Una manta con las fotografías de los estudiantes desaparecidos
La matanza de Iguala ha agravado la crisis por la que atraviesa la izquierda mexicana. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) se encuentra en el centro de las críticas tras haber postulado a alcalde a José Luis Abarca, señalado por las autoridades como autor intelectual de la desaparición de 43 estudiantes. El caso ha desatado una discusión interna que pretende terminar con el pragmatismo que ha imperado en la selección de candidatos en los últimos años.
El PRD surgió en 1989 de la unión de los grupos de la izquierda trotskista, socialista y obrera con una corriente democratizadora del PRI. Durante décadas se ha visto sujeto a una paradoja. En cada elección se ve en la necesidad de repartir sus candidaturas entre las diferentes corrientes buscando un equilibrio entre los aspirantes que defienden una plataforma de izquierda y los que representan una posibilidad real de triunfo —muchos de ellos antiguos priístas—. En los años recientes, el partido se ha decantado por el pragmatismo impuesto por Nueva Izquierda (NI), un grupo conocido como Los Chuchos, que dirige la suerte del partido desde 2008.
“Ganar gobiernos no es menor ni frívolo”, dice Jesús Ortega, expresidente del PRD y líder de Nueva Izquierda. Este hombre que surgió de las filas del partido socialista mexicano y que cita en su charla a Lenin, Gramsci y Hemingway defiende las alianzas que el partido ha hecho con la derecha para derrotar al PRI. Así sucedió en Guerrero en 2011, donde el PRD cobijó a Ángel Aguirre, un priísta de formas caciquiles que renunció al cargo el 23 de octubre después de que su Gobierno exhibiera su incapacidad en la crisis por la desaparición de los jóvenes. “¿Quién dice qué priístas son buenos y cuáles malos?”, señala Ortega. Y agrega: “la migración de priístas al PRD no ha terminado, ¿sería correcto detenerla? Yo creo que sería un grave error político”. Además de Guerrero, las alianzas entre la izquierda y la derecha derivaron en triunfos en otros tres Estados (Oaxaca, Sinaloa y Puebla) con gobernadores que han resultado polémicos. “El PRD en el Gobierno no ha podido diferenciarse de la oposición”, dice Antonio Martínez, vocero de Democracia Deliberada, una corriente minoritaria que abandera una agenda progresista.
La cúspide del pragmatismo de Los Chuchos llegó con la firma del Pacto por México, una agenda conjunta de reformas, en diciembre de 2012. Muchos integrantes del PRD dieron la espalda a sus líderes por pactar a escondidas con sus rivales del PRI y el PAN. “Entramos en la lucha para acceder al poder político, queremos incidir y cogobernar”, se defiende Ortega.
“Lo que importa son los votos, no las ideas”, asegura Martínez, que se queja de la ausencia de un programa nacional que unifique los dogmas naturales de la izquierda moderna como el aborto, los matrimonios gais y la legalización de la marihuana, entre otros. Los Chuchos, sin embargo, no coinciden. “Los principios no son los evangelios. Si obligamos a que las ideas sean uniformes seríamos una izquierda intolerante, estalinista”, dice Ortega, e insiste que la piedra angular de su programa es la lucha contra la desigualdad.
Para las elecciones de 2015, donde están en juego nueve gubernaturas, 500 diputaciones federales y cientos de alcaldías, los perredistas continuarán con la estrategia de las alianzas y una agenda diferenciada. Los candidatos en Guanajuato, un Estado conservador, no hablarán de la interrupción del embarazo y los aspirantes en Nuevo León, una entidad altamente industrializada, tendrán un perfil más atractivo para los empresarios que para los movimientos obreros.
Todas las corrientes coinciden, sin embargo, en vigilar la designación de políticos como Abarca con vínculos con el narcotráfico y la delincuencia organizada. El partido promete presentar en los próximos días una serie de medidas para no repetir el error.
El próximo año será un horizonte definitorio para la izquierda. El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) de Andrés Manuel López Obrador, el excandidato presidencial que llevó al PRD a ser la segunda fuerza en las elecciones de 2006 y 2012, hará su debut como partido político. “El escenario no es prometedor”, vaticina Bejarano. “Estamos pagando un costo por la diáspora de la izquierda dividida”, señala.
Las elecciones 2015 calificarán la estrategia que el PRD ha usado en los próximos años. Será hasta entonces que la izquierda podrá cuantificar los daños provocados por el caso Iguala.
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