Cuando regrese el presidente a muchos nos gustaría que retome las riendas del país y ponga orden en el desastre. No es pedir un presidente todopoderoso, sino simplemente uno que gobierne en momentos difíciles.
Hoy por hoy México duele porque se ve a la deriva. Una nación en la que nadie manda y nadie obedece.
No sería mucho pedir que cambiara a aquellas personas que no estuvieron a la altura para enfrentar la crisis de Ayotzinapa.
Y que modificara las estrategias que no han servido, así como a los funcionarios que no lo han acompañado en la tarea para hacer de México un país mejor.
Ojalá que el presidente regrese de Oceanía con la claridad de que va a gobernar cuatro años más, y que la situación de anarquía en algunos estados no puede seguir.
Que sepa que la gran mayoría de la población no quiere vivir en el desorden ni en la ley de la selva.
Que actúe como lo que es: un presidente que no ordenó reprimir a los normalistas ni se asoció con narcos para exterminarlos.
Por esa razón puede y debe ser implacable para castigar a los responsables de esa masacre, aunque ello implique tocar a aliados o adversarios políticos.
Los que dieron poder a Abarca, a sabiendas de que era un criminal, ¿van a quedar impunes?
¿Quién mandó a los normalistas desde Ayotzinapa –es decir desde el municipio de Tixtla–, hasta Iguala?
Algunos muchachos no sabían ni a qué iban. Si iban a “botear”, tenían Chilpancingo al lado. Si venían al Distrito Federal por el 2 de octubre, no tenían que ir a Iguala.
Si las autoridades de la Normal de Ayotzinapa utilizaron a los jóvenes para fines aviesos, deben ser castigadas porque los mandaron al matadero.
Cuando regrese el presidente sería una gran noticia que anunciara que no va a permitir la balcanización de México.
Guerrero, Oaxaca y Michoacán no son repúblicas aparte para las cuales no rige la ley y se consienten los robos de autobuses, quema de edificios públicos y atropellos a la propiedad privada.
Sería muy positivo que regresara decidido a ponerse del lado de los guerrerenses, oaxaqueños y michoacanos pacíficos, que son la inmensa mayoría, y aplique la ley a los violentos.
Es inaceptable que una turba armada de palos, bombas incendiarias y cohetones, destruya el patrimonio de otros mexicanos que han trabajado para tener algo en la vida.
Ojalá que se ponga del lado de los policías que son golpeados con crueldad por energúmenos que se amparan en su condición de maestros o normalistas, como si eso concediera patente de impunidad.
Es de suponer que a su regreso el presidente sepa que detrás de las manifestaciones violentas no está el enojo por los desaparecidos de Ayotzinapa, pues ése se manifiesta de manera pacífica. Hay una trampa contra él: obligarlo a usar la fuerza o a declararse incompetente.
Seguramente hay terceras o cuartas vías. Y si sólo hubieran esas dos alternativas, en política, como en la vida, todo es cuestión de grados.
El presidente debe saber que la violencia está orquestada para lastimar a México y en consecuencia tirarlo a él y poner a otro. De esa encrucijada sólo se sale gobernando.
Gobernar no es fácil. Sin embargo, para resolver ése y otros problemas, la mayoría de los electores votó por él.
Twitter: @PabloHiriart
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