miércoles, 26 de octubre de 2022

El martes del jaguar

Por: Raymundo Riva Palacio, 26 de octubre de 2022

El espionaje político en México no es nuevo. Lo que es inédito es la normalización del espionaje, y que en lugar de indignarnos, festejemos el circo. Nuestra sociedad política ha caminado para atrás. Los valores y principios democráticos están tergiversados, comenzando por el inquilino de Palacio Nacional, de cuyo pulgar depende la suerte de amigos y adversarios. Cómo se han deteriorado las cosas en los últimos años. Estábamos mal y ahora estamos peor. La degradación de la vida pública es creciente.

Otrora, la revelación de la existencia de un centro de espionaje era un escándalo. Lo vimos en el Estado de México en 2001 y en 2009, y en Puebla en 2010. Los gobernadores quedaron expuestos y se abrieron investigaciones. Hubo procesos y cárcel para algunos. La impunidad estaba acotada por la propia sociedad. Hoy, todo es chacoteo. O peor.

El Gobierno federal ha provisto de insumos a quienes no tienen pudor para utilizar la información que les proporcionan, porque en lugar de consecuencias legales, habrá premios. Son parte de un régimen donde la ilegalidad es pieza de un código genético en expansión. El ejemplo más visible de esto es Layda Sansores, la gobernadora de Campeche, que recibió 60 horas de audios del Centro Nacional de Inteligencia sobre el líder del PRI, Alejandro Moreno, para acabar con su imagen pública y eliminar sus espacios de maniobras.

La difusión de sus conversaciones lo dobló, y se convirtió en un peón legislativo del Presidente. Habían sido ilegalmente obtenidas, mediante la intercepción de sus comunicaciones con el software Pegasus, y con grabaciones directas a través del programa que activó el micrófono de su celular. Ante los reclamos y denuncias legales de Moreno, la Fiscalía General de la República anunció que iniciaría una investigación. ¿Qué ha quedado de ello? Ni el recuerdo.

La gobernadora Sansores continuó la difusión de los audios, y cuando se le impuso una medida cautelar, la ignoró por un rato y luego encontró la forma de darle la vuelta. La semana pasada escaló, y anunció que daría a conocer audios del coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, enemistado con el Presidente. Y al igual que sucedió con los audios de Moreno, la conversación fue sobre que sería lo que podrían contener, no sobre el hecho mismo de la existencia de espionaje político en este régimen y, peor aún, la difusión de lo obtenido.

La ilegalidad que se vive forma parte de la dinámica de irracionalidad en la que se mueve el corpus político mexicano. El extremo del absurdo de los trastocado que están las cosas recayó en el Presidente Andrés Manuel López Obrador, que después del amago de Sansores y la respuesta de Monreal de que era una guerra sucia dentro de Morena, dijo que esa confrontación no afectaba, pero era “de mal gusto”. Una ilegalidad no es de mal gusto, es una violación a la Constitución.

El artículo 16 establece que todas las comunicaciones privadas son inviolables y será sancionado de forma penal cualquier atentado, excepto cuando una de las personas que participa las aporte de manera voluntaria. No es el caso. Sansores no era parte de las conversaciones de Moreno y muy probablemente tampoco de las de Monreal, por lo que haber difundido las del líder del PRI era un delito flagrante, pero no pasó nada. El Presidente agregó, a propósito del diferendo intramorenos, que la gente está muy consciente y no se deja manipular.

De hecho, es todo lo contrario. La “gente” incluye la sociedad y la sociedad política, que se cruzan pero no es lo mismo. Colectivamente están siendo manipuladas, y lo gozan como el pan y el circo en la antigua Roma. ¿Cómo puede decir que hay conciencia entre la gente cuando obscenamente se está violando la ley? ¿Cómo puede decir que no se deja manipular cuando el espectáculo oscurece la razón? ¿Cómo puede afirmar que no afecta cuando lo que ha sucedido es una trastocación de valores de la cual veremos las consecuencias más adelante?

Lo que estamos viendo pasar frente a nuestros ojos es la institucionalización del espionaje político, tolerable siempre y cuando venga del Gobierno de López Obrador y sea ejecutado por sus alfiles. Nos lo regalan envuelto en folclore, musicalizado con salsas y cumbias, con escenarios pletóricos de colores tropicales, y con una gobernadora como maestra de ceremonias en el teatro de lo absurdo. La sociedad y la sociedad política celebran y disfrutan.

El martes del jaguar, su talk show semanal, crisol de la ilegalidad y de la banalización rupestre del servicio público, provoca increíblemente que cada vez un mayor número de personas contengan el suspiro en espera de sus revelaciones anticonstitucionales. Ya no cuestionamos los actos ilegales del Gobierno, como lo hacíamos hace pocos años, sino los disfrutamos. Es tal el cinismo, que el espionaje político no se hace de manera subrepticia, como en el pasado, cuando se utilizaban mensajeros para transmitir el mensaje a aquellos con quienes había agravios y buscaban someter, sino se hace en una carpa.

Se anuncia que se va a cometer un delito, y en lugar de censurarlo, se sintoniza el martes del jaguar, donde la información secreta deja de ser confidencial para ser utilizada para amedrentar, domar o atacar a un adversario. No hay gritos discordantes. ¿Dónde quedó el Poder Judicial? Tampoco reclamos políticos ni advertencias de juicio de desafuero al servidor público que cometa un delito.

Ese hubiera sido el destino de Sansores en otros tiempos, y se hubiera hundido en la ignominia. Ahora es una heroína a la que el Presidente le confesó respeto y cariño. Patético. No condena lo que hace -porque es su instrumento-, y para poner bálsamo dice que son “de mal gusto” las amenazas a Monreal, subrayando así su respaldo a la ilegalidad. ¿Le extraña a alguien? A nadie. De hecho, la mayoría ni siquiera se ha dado cuenta de los que están construyendo al haber caído presa de la cultura de la ilegalidad impulsada por el Presidente.

lunes, 24 de octubre de 2022

Asesinatos y deuda

 Jorge Fernández Menéndez 24oct22.

¿Por dónde empezar?, ¿por el asesinato de un alto funcionario de Puerto Vallarta que ahora, una vez asesinado, todos asumen que era parte del narcotráfico, aunque hasta el sábado aspiraba públicamente a ser candidato de Morena en Jalisco?, ¿por la deuda pública aprobada en la ley de ingresos del 2023, la más alta en la historia del país?, ¿o con Dos Bocas, ese paradigma del despilfarro, nuevamente inundada, como adelantaron que sucedería todos los especialistas importantes del país?, ¿o nos quedamos en la arena de la política con un secretario de Gobernación que asegura que los mexicanos del sur son más inteligentes que los del norte?

Comencemos por lo sucedido en Guadalajara: tercer enfrentamiento en la zona residencial de la capital tapatía a pleno día, donde resultan muertos el secretario de gobierno del municipio de Puerto Vallarta, Salvador Llamas, un exjefe policial que aparentemente trabajaba con él, uno de sus custodios y supuestamente uno de sus agresores. Llamas comía con el jefe policiaco y otra persona, que a mitad de la comida sacó una pistola y los mató. Afuera del restaurante tenían gente de apoyo que disparó contra sus custodios. Evidentemente, el funcionario conocía a quien lo mató, y se supone que era una reunión con un integrante del crimen organizado. 

Pero más sospechosa fue la reacción de Morena ante el asesinato de uno de sus consejeros nacionales y aspirante a la candidatura a gobernador. No hubo declaraciones de los dirigentes, pero sectores de la oposición interna del propio partido, como John Ackerman, destacaron que Llamas era, en realidad, un narco metido en el partido. Nada de Mario Delgado o de Citlalli Hernández, contra quienes iban dirigidas las andanadas.

Si eso lo cruzamos con uno de los documentos de Guacamaya, de inteligencia militar, que dice que el 85 por ciento de Jalisco está bajo control del Cártel Jalisco Nueva Generación, que ha tejido una estrecha red que involucra fuerzas de seguridad locales, funcionarios municipales y estatales, y otro que identifica a los jefes policiales relacionados con el CJNG, tenemos una imagen de la profundidad de la crisis de seguridad en uno de los estados más importantes del país.

Vamos a la ley de ingresos. Dicen que el presupuesto (incluyendo la ley de ingresos que le da sustento) es política concentrada. La idea que nos da el paquete fiscal que se aprobó en la madrugada del viernes es, por lo menos, muy preocupante. El dinero no alcanza, aunque haya cifras de crecimiento (superiores a 3 por ciento) muy optimistas, que nadie más contempla, pero la deuda se eleva hasta un billón 176 mil millones de pesos. El presidente López Obrador dice una y otra vez que no ha aumentado la deuda, pero lo cierto es que sólo para el año próximo la deuda crecerá un 28.4 por ciento, y son cifras oficiales.

Mientras tanto, para pagar las obras faraónicas del sexenio, que es donde se va el grueso del dinero, se busca recortar todo tipo de programas, desaparecer instituciones e incluso se tomó una partida que es insignificante en términos fiscales, pero muy importante para la cultura. Hasta ahora, los libreros podían descontar un 8 por ciento de sus ventas de libros, revistas y periódicos. Ese beneficio también desapareció. 

Se quiere desaparecer al INE, una de las instituciones emblemáticas del Estado mexicano, porque 14 mil millones destinados a organizar elecciones y mantener la credencial de elector es muy caro, pero las pérdidas de la CFE (que en 2017 tenía utilidades) suman 95 mil millones; en el AIFA se invirtieron 104 mil millones; las pérdidas de Pemex en 2021 fueron de poco más de 224 mil millones; al tren Maya ya se han destinado más de 300 mil millones; la cancelación del aeropuerto de Texcoco costó 331 mil millones y en Dos Bocas se llevan invertidos 360 mil millones… Y se inunda.

La mejor demostración del dispendio que es Dos Bocas, más allá de que se inunde, un problema seguramente menor en una refinería de alto riesgo, es la comparación con la que se compró en Texas, la de Deer Park. Costó mil 600 millones de dólares y trabaja desde el día uno, este año ya tuvo utilidades. Dos Bocas terminará costando poco más de 30 mil millones de dólares y nadie sabe cuándo comenzará a funcionar. Con lo gastado en Dos Bocas se podrían haber comprado en Estados Unidos más de diez refinerías.

Y mientras tanto, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, en gira por el país para supuestamente impulsar la reforma constitucional sobre participación militar en seguridad pública hasta 2028, ha sorprendido a todos con algunas de las declaraciones más bizarras de los últimos tiempos, ninguna como ésa de que los mexicanos del sur, los de su tierra, Tabasco, son más inteligentes que los del norte (refiriéndose a Nuevo León, pero también a otras entidades). No creo que nadie con ese discurso busque la candidatura presidencial, pero quizás en su mira ya no está la candidatura ni Gobernación, sino la dirigencia del partido, de Morena.