martes, 28 de abril de 2020

Un gobierno tragicómico y letal

28/04/2020 - Pablo Hiriart

La aversión ideológica del Presidente hacia la empresa privada es incurable. También hacia la ciencia.

Eso ya lo deberían tener claro los integrantes más lúcidos y experimentados de su gabinete, que aplauden lo que AMLO abuchea.

Ante la falta de apoyo del gobierno a la economía, el Consejo Mexicano de Negocios gestionó ante el BID, con el aval de la Secretaría de Hacienda, créditos para 30 mil empresas pequeñas, medianas y micros, que podrían alcanzar los 12 mil millones de dólares.

De esa manera se salvan los empleos y, fundamental, las cadenas productivas.

Así, una vez pasada la emergencia, éstas puedan ser el motor de la recuperación económica, como explicó el representante del BID en México.

Gran noticia. El canciller Ebrard felicitó a Consejo y al Banco por este acuerdo “para proteger nuestra planta productiva y el empleo”.

Pero, vaya sorpresa (para algunos), el Presidente embistió contra el acuerdo, desautorizó el beneplácito de Hacienda, porque “no me gusta el modito de que se pongan de acuerdo y quieran imponernos sus planes”.

Lo que no le parece bien a López Obrador es que se salven las empresas. Eso no estaba en el libreto.

Creyó que el coronavirus iba hacerle el trabajo de acabar con ellas. Como anillo al dedo, dijo, para su proyecto estatista.

Anunció ayer que vigilará que el Banco de México no rescate a empresas.

Las quiere rescatar él –a las que le convengan– cuando estén quebradas o no puedan pagar sus impuestos, y pasarlas a propiedad del Estado.

¿En qué razonamiento cabe oponerse a un crédito otorgado por el BID a particulares, que salva empleos, empresas, y mantiene vivas las cadenas productivas?

En la mentalidad de un populista y estatista como el que tenemos en la silla principal de Palacio.

No le tiembla el pulso porque en México se pierden casi 25 mil empleos formales cada día. Cada día.

Esa frialdad estalinista –que mandaba al campo de batalla a morir a millones de jóvenes, al cabo que habría más–, es escalofriante.

A la cifra de 25 mil nuevos desempleados cada día, hay que sumar a los informales (60 por ciento de la PEA) que se han quedado sin ingresos.

Le acaba de pedir a la Cámara de Diputados facultades plenipotenciarias en materia presupuestal en momentos de crisis económicas.

Eso lo hace un Presidente que desautoriza al secretario de Hacienda y maneja la economía sin conocer el tema. No sabe qué es una operación de factoraje inverso y se lanza contra ella.

Tan sólo en 16 meses, sin pandemia ni crisis externa, contrajo la economía en cuatro puntos del PIB. Todo un récord para los anales de la ineptitud.

Recibió un país que crecía a 2.5 por ciento anual, y lo tiró, en febrero de este año, a -1.6 por ciento, como dio a conocer el viernes el Índice Global de Actividad Económica (IGAE), citado ayer en estas páginas por Macario Schettino.

Con esas cartas credenciales quiere plenos poderes para manejar el Presupuesto, sin tener que discutir con la oposición ni con nadie.

Le molesta profundamente que los empresarios busquen salvar a otras empresas que los abastecen. Su hostilidad a la iniciativa privada es manifiesta porque su proyecto es otro.

Durante un año el Presidente se reunió con los líderes empresariales en Palacio Nacional y estos creyeron que eran bienvenidos. Actuaron de buena fe, pero con ingenuidad.

A la hora de la verdad, cero apoyos. Y mal vistos si colaboran entre ellos.

Lo mismo ocurre con los integrantes valiosos de su gabinete. Por ahora le sirven, pero luego los va a desechar porque su proyecto es populista y estatista.

Sería cómico narrar lo que sucede en el gobierno: el canciller felicita lo que su jefe, el Presidente, reprueba. El secretario de Hacienda respalda lo que el Presidente condena. Sin embargo no es gracioso, es trágico y es letal.

Hay gente muriendo en los hospitales y en sus casas porque la tozudez presidencial decía que no nos iba a pegar el coronavirus por factores de ADN y otras creencias de la 'ciencia popular'. No nos preparamos.

Cientos de miles de mexicanos están perdiendo el empleo, se quedan sin ingresos para ellos y sus familias, porque el Presidente rechaza apoyar a empresas y sostener cadenas productivas. Serán millones los afectados.

No es gracioso. Es trágico y es letal.

Queda claro, por lo menos, que la aversión de López Obrador hacia la libre empresa es incurable.

sábado, 25 de abril de 2020

El error es nuestro, no del Presidente

RICARDO ALEXANDER MÁRQUEZ


• No tiene malas intenciones, pero sí malas ideas.

25 de Abril de 2020

A estas alturas, resulta necesario sincerarnos y aceptar que el error es nuestro, no del Presidente.

Cuando anuncia que va a presentar un plan para salvar la crisis económica por la que atraviesa el país, y escuchamos con atención y esperanza su mensaje —lleno de lugares comunes y sin fondo—, el problema es de nosotros, no del mandatario.

Al esperar que cambie su actitud frente a los empresarios —esa “mafia” que genera empleos y paga impuestos con los que el mandatario cubre sus programas sociales— y empiece a verlos como aliados, en lugar de como enemigos, el error es nuestro.

Mientras expresamos que no estamos de acuerdo o compartimos opiniones por la manera en que está tomando decisiones, con la idea de que —eventualmente— recapacite, pues es necesario para que pase a la historia como ese “buen presidente” al que dijo aspirar al ganar la elección, los que nos estamos engañando somos nosotros.

Nos equivocamos en pensar que el Presidente cambiará —o por lo menos ajustará— la estrategia de seguridad, mientras acabamos de vivir —en plena pandemia—, el mes más violento en la historia del México moderno.

El problema es de nosotros al ver que quiere destruir todas las instituciones democráticas que ha costado sangre y sudor construir por décadas. Igual cuando lo vemos crear —a nivel constitucional— una red clientelar que apoye su proyecto de gobierno.

El error es nuestro, que nos resistimos a ver que no hay posición ni poder del Estado, que no quiera controlar.

Nosotros nos equivocamos por pensar que va a recapacitar y olvidar las inútiles obras faraónicas del sexenio —Tren maya, Dos Bocas, Santa Lucía—, cuando la realidad es que, aunque se canse el ganso, y queden inconclusas, van a seguir. Qué le importa tirar miles de millones de pesos a la basura, como con la cancelación del aeropuerto de Texcoco o la cervecería de Constellation Brands, en Baja California.

Que dejará de atacar a la prensa crítica —“conservadora”, como él la llama— y que los aplaudidores del régimen —Ackerman, Epigmenio, Gibrán— dejarán de alabar, ciegamente, a su líder.

Que existe la posibilidad de llevar a buen puerto a nuestro país en 2024. A ese México que hoy está peor, en todos aspectos —economía, seguridad, salud—, que antes.

Al final, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Somos nosotros lo que no entendemos que él no entiende y no va a entender. Que no tiene malas intenciones, pero sí malas ideas. Que no escucha a nadie. Que su visión de país no se ajusta a la realidad y no hay manera —lógica— de que logre buenos resultados. Que no es posible que, con su liderazgo, México tenga crecimiento económico o se creen empleos, y menos dos millones.

El Presidente “ni nos ve ni nos oye”, y cuando lo hace, nos critica y tacha de “neoliberales”, así como sus aplaudidores. Los “otros datos” son los que importan. Basta ver sus cifras “oficiales” —de homicidios, económicas, sobre la pandemia— para ver que la verdad y la metodología están al final de las prioridades del gobierno.

Nosotros nos equivocamos cuando escribimos líneas como estas con el fin de que el Presidente abra los ojos y cambie de opinión. No hay que engañarnos, la realidad es otra, y mientras no lo entendamos, no podremos empezar a vislumbrar soluciones.



           *Maestro en Administración Pública

           por la Universidad de Harvard

           y profesor de Derecho Constitucional

           en la Universidad Panamericana.

                Twitter: @ralexandermp

viernes, 24 de abril de 2020

Ya es grave

Macario Schettino, 24abr20
Fuera de la Caja

Se publicó en el Diario Oficial de la Federación, ayer por la tarde, un documento que se intitula “decreto”, pero que no es sino la transcripción del decálogo emitido por López Obrador en la mañanera del miércoles. No corresponde al lenguaje tradicional de un decreto presidencial, ni establece fundamento legal alguno. El decreto anuncia que habrá disminución voluntaria de las percepciones de funcionarios públicos, a partir del nivel de subdirector, en un 25%, así como la cancelación del aguinaldo. Ni el sueldo ni el aguinaldo pueden reducirse por decisión del patrón, que es quien firma el decreto. Nada hay de voluntario en ello.

Además, se anuncia que no se ejercerá el 75% del presupuesto en materiales y suministros y servicios generales, en todo el gobierno federal. Se cancelan 10 subsecretarías, aunque el personal de las mismas seguirá cobrando lo mismo que antes. Se cierran la mitad de las oficinas del gobierno, y se buscará reubicar al personal para dejar de pagar rentas de inmuebles, vehículos y equipos.

“Se posponen las acciones y el gasto del gobierno, con excepción de los siguientes programas prioritarios” (así dice). Son 38 programas, que no listo, pero donde están las becas, los arbolitos, el aeropuerto de Santa Lucía, Dos Bocas, el Tren Maya, etc. Poco después se indica que habrá trato excepcional para la Secretaría de Salud, la Guardia Nacional, Defensa y Marina. Qué exactamente significan esos puntos, en conjunto, no queda claro. Peor aún, dice textualmente: “Todo ello, sin aumentar el precio de los combustibles, sin aumentar impuestos o crear impuestos nuevos y sin endeudar al país. Vamos a demostrar que hay otra forma de enfrentar la crisis sanitaria, económica o de cualquier otra índole, siempre y cuando no se permita la corrupción, se fortalezcan valores y principios como el humanismo y se gobierne para y con el pueblo.”

El gobierno mexicano pospuso las acciones para enfrentar la pandemia, argumentando que no había razón para utilizar cubrebocas ni aplicar pruebas. Exactamente lo contrario de lo que hicieron los países más exitosos en este tema, desde Corea del Sur hasta Suecia. Ahora, el gobierno decide hacer exactamente lo contrario de lo que hacen todos los demás países en materia económica. Mientras todos, todos, incrementan su gasto contratando deuda para con ello impedir una caída brutal de la economía, México aplica un programa de austeridad jamás imaginado. Nunca nadie había obligado a los funcionarios públicos a reducirse el sueldo. Nunca se había pensado que se podría contraer el gasto en materiales y servicios en tres cuartas partes.

Por otra parte, Hacienda publicó una dispensa a Pemex por 65 mil millones de pesos, casi al mismo tiempo que contrató deuda por 140 mil millones, a un costo 33% superior a la contratación de enero, la más reciente. Es decir, mientras se obliga a los funcionarios a perder su ingreso, el dinero se tira en Pemex.

Cabe mencionar que los créditos a empresas que se han anunciado están siendo entregados mediante el sistema de Servidores de la Nación, algo ilegal, que además acompañan los 25 mil pesos con una carta del Presidente, algo inconstitucional.

En suma: después de manejar inadecuadamente los meses previos a la expansión del contagio de coronavirus, ahora se actúa de forma suicida en materia económica. Esta actuación es, además, ilegal. El decreto implica la destrucción de la capacidad de acción del gobierno mexicano. Por si esto fuese poco, la pobreza legal y de lenguaje harían de este documento la burla de cualquier escuela de Derecho, si no fuesen tan graves sus consecuencias.

La enfermedad del Presidente es ya un asunto de Seguridad Nacional.

domingo, 19 de abril de 2020

El peor Presidente del México contemporáneo

17/04/2020 Sergio Negrete Cárdenas
Econokafka

AMLO estaba destinado a ser un Presidente mediocre en la mejor de las circunstancias. Un hombre intelectualmente limitado puede ser un gran líder cuando reconoce aquello que le falta, y se rodea de buenos colaboradores. Una persona abierta a las ideas está en la búsqueda constante de las mejores. Pero López Obrador es soberbio y rígido, un hombre que mira sin ver, oye sin escuchar, al que se le presenta una información, pero no la procesa.

Los largos años de campaña forjaron al López Obrador de la respuesta fácil, la crítica rápida, ideal para el discurso placero. Simplemente, todo era culpa del nefasto modelo neoliberal. De ese diagnóstico erróneo y simplista derivaban propuestas igualmente simples y equivocadas. Todo eran tan sencillo que se hizo una de sus muletillas favoritas: la economía, extraer petróleo, administrar un país, no era ninguna ciencia.

Ya el primer año de gobierno mostró sus enormes limitaciones. Dueño por fin del poder, su error fue (y sigue siendo) creer que basta la voluntad presidencial para que sus deseos se transformen en hechos. Su juventud y vida adulta transcurrió en la plenitud de la Presidencia Imperial, y de ahí su noción que el titular del Ejecutivo lo puede todo. Admirador de clóset de los dos Presidentes anti-neoliberales (Echeverría y López Portillo), nunca absorbió que ambos gobiernos terminaron en desastres.

Quedó claro desde las primeras semanas de gobierno: si la realidad no le era favorable, pues entonces él tenía otra realidad (otros datos). El tabasqueño no cambia sus ideas, sino que vive en una realidad alterna en que estas son un éxito. Por lo menos cuatro de ellas llevarán a que México tenga una crisis mucho más profunda de lo que tendría que ser, con la miserización de millones.

La primera es su fijación contra el déficit público y el endeudamiento. La economía se colapsa ante el frenón económico, y el Presidente se rehúsa a obtener recursos para inyectar recursos con urgencia, sobre todo para salvar empleos.

Esa obsesión está relacionada con la segunda idea: no a los rescates, sobre todo para las empresas (que confunde con ricos empresarios). El político que se forjó atacando bancos de 1995-97 hoy muestra su tozudez mental al reiterar que no hará otro Fobaproa. ¿Política contracíclica como hoy se aprueba en tantos países? Eso es fomentar la corrupción y favorecer a los ricos. El sociópata en plena forma, justificando la inacción que dañará a tantas familias.

La tercera noción de esa realidad alterna es la obsesión por el petróleo. Ni con el barril mexicano a 100 dólares habría funcionado la estrategia de “rescatar” a Pemex, pero a 15 dólares no hay justificación para la locura… a menos que se crea que entonces no se debe exportar y en cambio sí refinar todo en tierras nacionales. Recursos necesarísimos ante el colapso, tirados en un agujero negro alegando una soberanía nacional que en realidad es soberbia personal.

Finalmente, está la creencia en la omnipotencia presidencial. No debe sorprender que el hombre que pensó que podía crear un sistema de salud escandinavo con su firma y diciendo que, listo, el INSABI ofrecía todo para todos (y gratis) se crea que desde diciembre México estaba listo para enfrentar la pandemia global.

Es el México Mágico de AMLO, en el que está haciendo un gran gobierno, una transformación histórica. En el verdadero, su soberbia e ineptitud lo llevarán a ser el peor Presidente en la historia contemporánea.

Azteca 13 vs. 4T, un asunto de números, ¿o no?

Jorge Zepeda Patterson

"Si esta confrontación escala a un pulso de poder a poder, abre un flanco de desgaste adicional e inesperado a la 4T".

SINEMBARGO, ABRIL 19, 2020


Hace 10 días el Presidente Andrés Manuel López Obrador elogió a Banco Azteca, del empresario Ricardo Salinas Pliego, por su apoyo para distribuir créditos a los necesitados sin cobrar comisión. Era la enésima muestra de intercambio de cariños entre el magnate regiomontano y el político tabasqueño. En algunos círculos privados se hablaba, incluso, de que el dueño de Elektra era el empresario del sexenio. Había otros capitanes del dinero que se habían acercado a AMLO, desde luego, pero ninguno tenía la satisfacción de que dos de sus directivos, Esteban Moctezuma y Jorge Mendoza, fueran incorporados directamente al Gabinete en calidad de Secretario de Educación y Director de Banobras, respectivamente (algo que ni siquiera la maestra Elba Esther Gordillo pudo obtener en el sexenio de Calderón).

Ya se barruntaba que existía una luna de miel, tan estrecha como improbable, entre el político que defiende a lo pobres y el hombre de negocios que les vende refrigeradores a plazos. Y digo improbable porque AMLO nunca había ahorrado epítetos en contra de las televisoras que durante décadas operaron en contra suya. Unos días antes de tomar posesión, López Obrador concedió una inusual entrevista: acompañado de su mujer, Beatriz Gutiérrez Mueller, recibió entre elogios y arrumacos a Javier Alatorre en su casa: “¿qué estábamos diciendo? Que aquí se te quiere mucho, mucho mucho”, dijo AMLO y su esposa reiteró, “sí, mucho”. Y en efecto, a lo largo de casi una hora los anfitriones le prodigaron elogios al conductor, le mostraron con absoluta transparencia y entre risas que revelaban su familiaridad, las habitaciones privadas, la ropa de los clósets, los espacios íntimos de los que ha sido tan celoso el tabasqueño.

Para muchos periodistas, y es mi caso, no fue fácil procesar la admiración que AMLO parecía tener por Javier Alatorre, un lector de noticias y boletines fiel al sistema, con todo lo que ello supone. Me pregunté qué televisión había estado viendo el Presidente todos estos años o qué entendería por periodismo.

Y ahora me pregunto si seguirá pensando lo mismo. Este viernes, como es sabido, la luna de miel se hizo trizas. Javier Alatorre atacó en el noticiero a Hugo López-Gatell en lo que pareció no solo una petición de divorcio sino una declaración de guerra: “Como todas las noches, el Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell encabezó la conferencia sobre el COVID-19 en México. Pero sus cifras y sus conferencias ya se volvieron irrelevantes. Es más, ya no le haga caso a Hugo López-Gatell”, dijo el conductor.  Más tarde, quizá para mostrar que no se trataba de un exabrupto o una improvisación, sino una posición oficial, el Twitter institucional de Tv Azteca posteó la cita, literalmente.


El llamado de la televisora a desobedecer al coordinador de la campaña nacional en el contexto de una pandemia no es un hecho menor, por donde se le mire. Equivale a un desafío frontal del grupo Salinas al Gobierno del que hasta ahora había sido compañero de viaje. Habría que preguntarse de qué tamaño fue el desencuentro entre el empresario y el político para que un medio de comunicación que tiene responsabilidades, morales y legales, se haya atrevido a promover lo que puede ser interpretado por sus adversarios como el boicot contra una campaña de salud que intenta salvar vidas.

Un desencuentro de más de 30 mil millones de pesos, dirán algunos, haciendo referencia a la deuda con el fisco que se le atribuye al Grupo Salinas, según notas periodísticas. El viernes por la mañana el Presidente dijo que el SAT endurecería sus posiciones ante empresas acostumbradas a litigar aviesamente para no pagar impuestos. Una frase que parecía una advertencia a su amigo el empresario. No fue el único antecedente. Días antes otros miembros del Gabinete afirmaron que impondrían castigos a las empresas que habían violado el confinamiento; aunque nunca se mencionó por nombre a los negocios de Salinas Pliego, este había hecho pública su renuencia a cerrarlos.


Y con todo, la respuesta fulminante y tan categórica de Grupo Azteca en cuestión de horas, parecería desproporcionada considerando que no carece de puentes para tratar el asunto con el Presidente. A menos que esa respuesta sea justamente el desenlace de un intento fallido de negociación entre ambos.

Impuestos aparte, lo cierto es que las posiciones sostenidas por Ricardo Salinas Pliego en contra de las medidas de distanciamiento social no son muy distintas de las que mantenía el Presidente hasta hace unas semanas. AMLO, en lo personal, no solo se resistió hasta el final a seguir las indicaciones de sus asesores de salud sobre Susana Distancia, también ha sido contrario a extender la suspensión de actividades productivas más allá de lo indispensable. Hace unos días externó su esperanza de que el 10 de mayo pudiera levantarse, pero debió ceder ante la posición de los técnicos encabezados por López-Gatell y admitir el plazo hasta el 31 de mayo. Lo que quiero decir es que, al menos sobre el tema del confinamiento, habría existido una afinidad propicia entre Salinas y Andrés Manuel para alcanzar un acuerdo.

Pero lo cierto es que al margen de los motivos, las implicaciones políticas son preocupantes. Si esta confrontación escala a un pulso de poder a poder, abre un flanco de desgaste adicional e inesperado a la 4T. La televisión abierta no es lo que era antes, pero sigue siendo importante entre los sectores populares afines al Presidente. Una campaña sistemática en su contra constituiría un misil político debajo de la línea de flotación.

Y por lo demás, el peso económico de las empresas del millonario más rico de México después de Carlos Slim y Larrea, según varias fuentes, tampoco es poca cosa. Más importante aún, sería la primera fisura de la alianza tácita que López Obrador había logrado con los amos de México, muchos de los cuales forman parte de su consejo de empresarios.


El Presidente así lo entendió, porque reaccionó de inmediato con un mensaje televisado este sábado con el propósito de desinflar el pleito; reprendió amablemente a su amigo Javier Alatorre: “cometió un error, todo cometemos errores, pero es una buena persona”, dijo, y defendió a López-Gatell sin acusar el golpe, como si hubiese sido un desliz personal del conductor.

Es comprensible que el Presidente quiera llevarla en paz con este poderoso grupo. La pandemia ya tiene demasiado drama como para además sufrir una telenovela del Ajusco en este momento. Para pelearse se necesitan dos, asumió AMLO, y respondió con mesura y generosidad, a pesar del clamor de las redes sociales que exigían sangre, por decir lo menos.

Esperamos que esta conciliación no signifique un cambió en la actitud del SAT o un perdón de los adeudos fiscales que están en juego. El notable acto de responsabilidad y madurez que adoptó el Presidente, solo lo seguirá siendo en la medida en no exista un intercambio de favores de por medio. No lo creo; pero lo sabremos pronto.

@jorgezepedap

sábado, 18 de abril de 2020

Los López

Macario Schettino 09/04/2020

La historia de Andrés Manuel López Obrador debería ser bien conocida. Ha traicionado a todos en el camino al poder. Sus aliados políticos fueron cayendo uno a uno desde que logró colocarse como presidente del PRD en 1996: Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Robles. Ya en la presidencia, ha desgastado a sus secretarios (los que trabajan) hasta terminar con ellos, como ocurrió con Carlos Urzúa, y en pocos días con Arturo Herrera, pero también a sus interlocutores, como Carlos Salazar.

En la mente de López Obrador sólo existe él, los demás están para servirlo, y ser desechados cuando eso ya no es posible. Así ha sido por décadas, y así seguirá siendo. Los que pudimos verlo a tiempo, nos alejamos; los que no, se quedaron al sacrificio.

Tengo la impresión de que algo así ocurrirá con otro López, Gatell. El epidemiólogo se siente hoy una persona importante, y como a muchos seres humanos, eso le llena de placer. Pero no tardará en caer, como han caído otros.

En particular, López-Gatell no me produce confianza alguna. Sus recomendaciones han ido a contrapelo de la opinión de muchos otros epidemiólogos, dentro y fuera de México. Los de dentro se han cuidado de no ser demasiado explícitos, para no hacer enojar al otro López. Los de fuera no tienen esa preocupación, y han insistido en aplicar el mayor número de pruebas posibles para el coronavirus, o más recientemente en el uso de cubrebocas, dos medidas que López-Gatell ha considerado irrelevantes.

En la entrevista que le realizó Richard Ensor, para The Economist, y reproducida en otras partes, su incapacidad ha sido mucho más evidente. Vendimos equipo médico a China cuando era evidente que lo requeriríamos después, al grado que tuvimos que recomprarlo, varias veces más caro. El método centinela, tan recomendado por él, no tiene mucho sentido en un fenómeno como el actual. Las pruebas rápidas, que rechazó en innumerables ocasiones, finalmente han sido aprobadas. Su rechazo continuo a reconocer el alza en neumonías no resiste la prueba de los datos, que a partir de la semana epidemiológica 12 muestran más de 200 mil casos por encima de lo esperado para ese momento del año.

Pero si bien no ha tenido muchos aciertos en materia médica, ha insistido continuamente en la lucha contra la pobreza, en la necesidad de pagar impuestos, o en no despedir trabajadores. Recordando sus ilusiones juveniles, López-Gatell cree que su posición sirve para impulsar la República Española en tierra de indios. Al hacerlo, no sólo invade los espacios de secretarios de Estado, sino que olvida atender lo que a él corresponde. Su obligación es cuidar de la salud de los mexicanos, no instruirnos acerca de la mejor manera de administrar nuestra economía.

Pero sabe que al tomar este camino será respaldado por el otro López, y por lo tanto tendrá espacios en la mañanera, y la vespertina a su servicio. Y los reflectores son difíciles de rechazar para muchas personas, él incluido.

El daño que está causando, al posponer medidas de distanciamiento que debimos tomar antes, al rechazar instrumentos para la contención de la transmisión (como los cubrebocas), no se compensará con sus llamados a la economía justa. A lo mejor no lo comprende, pero al no tomar medidas en el momento correcto, el freno económico ha tenido que ser mucho mayor.

Lo peor para él, como ha ocurrido con otros, será cuando López Obrador lo deseche, porque así será. Me sigue sorprendiendo la cantidad de personas con cierta inteligencia, con estudios, con carrera, que son seducidos con tanta facilidad, para convertirse después en desechos. Pero así es el personaje que encumbraron.

Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey.