lunes, 28 de septiembre de 2020

CARTA DE UN CARDIÓLOGO AL PRESIDENTE AMLO:

Señor presidente AMLO; 

Me enorgullezco de ser lo que Usted  insistentemente  vitupera y desprecia desde su corta y sesgada visión del mundo.  Soy producto del estudio y del esfuerzo, del sacrificio y el tesón, no de la dádiva interesada y ventajosa que Usted dilapida con sombrero ajeno sin ningún pudor,  intentando comprar la voluntad y la simpatía de aquellos que,  por su condición de pobreza y obligados por la necesidad, son proclives a caer en sus redes de engaño y de mentiras.  

He servido a la Cardiología de este país durante más de 30 años, en el Hospital General de Mexico, orgullo de esta nación por estar destinado desde siempre a resguardar y a devolver la salud al sector más desprotegido y vulnerable de este país. A pesar de que ser lo que soy ha implicado  dedicar al estudio formal 25 años de mi vida, puedo gastar sin vergüenza cada peso que me llevo al bolsillo, producto natural de un trabajo honesto y de una actividad productiva que, aunque Usted lo dude, contribuye más al progreso que su discurso incendiario y resentido, cuyo único propósito es descalificar, dividir y confrontar a los mexicanos.

 No pretenda señor presidente endosar al gremio médico, al que desde su retorcida concepcion ideológica y su profundo resentimiento político a tachado de mercantilista, la responsabilidad de esta desgracia sanitaria; en el delirio megalómano de sus proyectos, de muy cuestionable utilidad para el desarrollo de nuestra nación, desoyó la voz de los expertos que lo conminaban a tomarse en serio la amenaza que se cernía sobre la población,  desatendió con insistentes  recortes al presupuesto sanitario a esos pobres que asegura defender, y condenó a miles de familias al sufrimiento de una enfermedad en medio del desabasto y las carencias materiales. 

La vida espiritual que exige en los demás, no cuadra con su ambición política desmedida ni con el desprecio y la falta de empatía que ha mostrado por las mujeres vulneradas, por las victimas de la violencia o por los enfermos que, golpeados por la pandemia, esperan entre el dolor y el sufrimiento el respeto, la seriedad y la preparación que corresponden a un verdadero jefe de estado. 

No se engañe señor presidente, no hay bienestar posible donde falta la salud, ni puede surgir espiritualidad alguna en quienes padecen hambre y pobreza al verse  empujados por sus ineptas decisiones al vórtice de una economía decadente. 

No señor, en el epicentro de una crisis educativa y social, o en medio de la tensión y el miedo que han generado la violencia y la inseguridad, que tan mediocremente ha combatido, la única transformación posible no transita por el camino del progreso sino por el sendero del desamparo, el abandono y la miseria. 

Sr Lopez Obrador:

A veces cuesta trabajo creer que sea Usted el presidente de un país, de esta nación generosa y magnífica que no se merece su ignorancia supina. Déjeme decirle que luego de haber completado una especialidad médica en México, estudie en el extranjero una alta especialidad, con los ahorros de dos largos años de trabajo ininterrumpido y con una pequeña beca que me concedió un Consejo Medico por mi desempeño académico. Gracias a esa formación, he podido ayudar a miles de mexicanos a recobrar su salud durante casi 30 años de carrera. ¿Y por haber completado mis estudios fuera de mi país afirma Usted que debería avergonzarme? Fue sin duda un tiempo difícil; Yo no me hospedé en hoteles de lujo, ni rente un jet privado, ni viaje a cuerpo de rey como lo hacen sus hijos con el dinero del erario. ¿Pero qué se puede esperar de las declaraciones de un presidente que busca a toda costa dividir a la nación? ¿Qué puede venir de un presidente que en vez de comportarse como un estadista y de gobernar sin distingos para todos los mexicanos, fomentado así el progreso y el logro productivo, atiza el rencor, aviva el resentimiento y siembra el encono entre sus huestes?

¿De dónde saca Usted la autoridad moral para juzgar a quienes, como yo, contribuimos al crecimiento del país? ¿Usted que se ostenta como el combatiente de la corrupción, tolerándola con descaro entre sus leales y serviles? ¿Usted que en sólo dos años acabó con el empleo y con la inversión extranjera y que sumió al país en la peor crisis económica de la que tengamos memoria? ¿Usted que entre los miles de muertos causados por la pandemia, entre los cada vez más numerosos ejércitos de sicarios que matan y masacran sin piedad a nuestra gente, y ante los cadáveres  de esas 30 mujeres que a diario son asesinadas en este país, dedica sus mañanas a promociones partidistas y a ocurrencias electoreras? ¿Usted que aplica la ley a discreción o que la sujeta al capricho del pueblo, y que no tiene reparos en condonarle sus delitos a un delincuente confeso con tal de que se comprometa a enlodar a sus enemigos? ¿Usted que llamándose demócrata pretende a toda costa infiltrar a sus esbirros en los organismos electorales? Mentira!.....A usted no le importan los pobres, pues a su visión mezquina y anacrónica de la realidad le cuadra perfecto la expansión de la miseria; ahí es donde compra sus lealtades y donde subyuga con su dádiva la voluntad de los desamparados. Los expertos estiman que sus desatinos y su mal gobierno añadirá a las filas de la pobreza, solo en este año, a 23 millones de personas (1366 nuevos pobres por hora) que le pasarán factura en el juicio de la historia. ¡Antes de juzgar con ligereza a los demás, reflexione en sí mismo; a diferencia de Usted y de los políticos mediocres que han gobernado este país, los verdaderamente grandes rectifican el rumbo en la desgracia antes que sacrificar a una nación entera en el abismo de la megalomanía, la terquedad y la torpeza!


Atentamente

Dr. Javier González Maciel

jueves, 24 de septiembre de 2020

Nosotros no entendemos

Jorge Suárez-Vélez  en MURAL 24 Sep. 2020

Quien lee esta columna probablemente piensa más o menos como yo. Es lógico. El problema está en que cada vez nos encerramos más en herméticas cámaras de eco -las redes sociales- donde nos aturdimos oyéndonos a nosotros mismos. La estridencia crece de la mano de algoritmos, cada vez más efectivos, que nos alimentan contenidos que refuerzan lo que ya pensamos, sin importar que estemos lejos de la realidad.

En Estados Unidos, por ejemplo, quien ve Fox en la tele, lee el Wall Street Journal y escucha podcasts conservadores no comprende por qué quien ve CNN, lee el New York Times y escucha a liberales rechaza a Donald Trump. Para el primero, el éxito del Presidente es tan "evidente", como para el segundo lo es su fracaso. En México, el mismo argumento cabe: quien lee La Jornada cree que AMLO no va mal, y el lector de Reforma se siente al borde del precipicio.

El problema es que conforme más dudemos de la salud mental e inteligencia de quien piensa distinto, más dispuestos estaremos a justificar que se tomen medidas extremas -o incluso ilegales- para detener a quien está "obviamente" equivocado. Así, la brecha entre ambos bandos crece hasta volverse irreconciliable. La razón es desplazada por la víscera.

Nos estamos metiendo en camisa de once varas cuando un movimiento de clase media, no particularmente numeroso, toma la calle pidiendo la renuncia de un Presidente que arrasó en una elección legítima, y que mantiene el apoyo de la mayoría de los mexicanos. La petición es no sólo absurda, es arrogante y peligrosamente antidemocrática.

¿Queremos remover a López Obrador? Unámonos. Organicémonos. Derrotémoslo en las urnas. Así funciona la democracia. Pero más aún. Todo mundo tiene derecho a protestar. Las manifestaciones cacerolistas desde un automóvil subrayan que todavía no entendemos por qué AMLO ganó la elección. Desde la perspectiva de quien no tiene automóvil y las está pasando negras en esta bestial crisis, esa protesta carece de sentido; provoca un lógico y enérgico rechazo.

Reconozcamos de una vez qué tan ajena nos es la realidad cotidiana de millones de mexicanos inmersos en la pobreza, de quienes sufren violencia frecuente, de quienes son discriminados diariamente, de aquellos a quienes no volteamos a ver a no ser que tengan una pistola en la mano, de quienes no sueñan con que sus hijos tengan oportunidades, de los que pueblan esas encuestas PISA -que tanto nos avergüenzan- pero que no afectan a nuestros hijos, de quien no tiene claro cómo pondrá pan en la mesa o techo sobre los suyos.

Si no somos capaces de entender qué tanto no entendemos, a este gobierno flagrantemente inepto lo relevará otro similar. Eventualmente,

la brecha de la desigualdad se cerrará en México porque la clase pudiente se irá, o porque se logrará empobrecerla tanto que estará más cerca de quien seguirá siendo igual -o más- pobre. Porque este atroz gobierno sigue siendo el único presente en las plazas, el único que articula mensajes elocuentes; el que le habla a quien, con toda razón, está harto y perdió la fe; a quien, en una de esas, no está descontento con el desempeño de AMLO porque, por primera vez, comparte ese enojo con las clases medias que se manifiestan desde su automóvil. Al menos, ahora nos tocó parejo.

Nuestra protesta tiene que cambiar de rumbo y de objetivo. No debe ser para arrollar a nuestra democracia, ciertamente perfectible. Debe orientarse a blindarla; a exigir respeto a las instituciones, a la libertad de expresión, a la separación de poderes, a los órganos autónomos. Debe insistir en que discutamos soluciones serias para los graves problemas que enfrentamos y que jamás se resolverán con el simplista voluntarismo del Presidente.

Pero, sobre todo, debemos dejar de descalificar a quien no piensa igual. Entendamos de una vez por todas que su perspectiva es diametralmente distinta. Si no aprendemos a respetar y a comunicarnos con quien ve las cosas distinto, jamás volveremos a ganar una elección. Si no somos capaces de encontrar propósitos comunes, este cruel deterioro se hará permanente.

@jorgesuarezv

martes, 22 de septiembre de 2020

El déspota

 Francisco Martín Moreno en MURAL 22 Sep. 2020

El déspota, según lo establecen los diccionarios de política, debe apartarse de la insolencia, del desprecio y de la autocracia o deberá enfrentarse al pueblo en las calles, enfrentamientos que ya existen: basta con asistir hoy mismo a la Avenida Juárez o a las ciudades y pueblos visitados por AMLO para demostrarlo. El déspota es aquella persona que al abusar de su autoridad, al despreciar a sus subordinados, a quienes no considera ciudadanos, sino súbditos, cae en mismo tipo de relación que un patrón intolerante tiene con sus empleados. ¿El lector ya se percató de las palabras que definen a AMLO? Aquí voy: polarización, autoritarismo, desconfianza, desorden, ilegalidad y descalificación y, por lo mismo, desprecia los acuerdos, la conciliación, el diálogo, la certeza, la prudencia, la armonía y el verdadero respeto. ¿Ya fue a Chihuahua? ¡No! ¿Ha tomado las llamadas del gobernador Corral? ¡No! ¿Se apresuró a surtir de medicamentos a los hospitales infantiles públicos para salvar la vida de pequeños enfermos de cáncer? ¡No! ¿Negoció con la iniciativa privada? ¡No!

Para AMLO, su voluntad, la del patrón ciego y sordo, es su única ley. Es el mismo líder tiránico que mandó "al diablo a las instituciones de la República". El Presidente siente tener el derecho de suprimir la libertad de los ciudadanos sin dignarse a explicar los motivos de su conducta. Estamos frente a la posición del déspota que ejerce su poder inatacable al distribuir a su antojo el presupuesto federal de egresos en términos de sus caprichos incuestionables, ante una sociedad adormecida que va surgiendo de su histórico sueño letárgico. ¡Claro que el déspota piensa que sus decisiones no pueden ser anuladas y quien se atreve a anularlas es un enemigo del pueblo, en todo caso un conservador, un bote de basura, de indeseables, en donde arroja a sus opositores, ya sean liberales de viejo cuño, pensadores de vanguardia o críticos luchadores por las más caras causas de la democracia!

Mientras el tiempo va descubriendo el auténtico rostro de AMLO como el gran déspota de México del siglo XXI, más empiezo a extrañar la magnífica atmósfera de libertad que nuestros padres y abuelos nos legaron después de conquistarla a sangre y fuego. Me niego a ser parte de la "generación de la vergüenza" que entregará cuentas desastrosas a nuestros descendientes por cobardía, incapacidad o impotencia. ¿Tú sí estás de acuerdo en integrar dicha "generación de la vergüenza"? ¿Qué le explicarás a tus hijos? ¿Te declararás inocente?

El resentimiento social de AMLO, propio de sus lamentables carencias infantiles y juveniles, sus pavorosos vacíos emocionales, los está pagando la nación en su conjunto. El desprecio ejercido por los déspotas es la forma más sutil de la venganza. Quienes desprecian al hombre no pueden ser grandes seres humanos, en el entendido que quien se sienta despreciado hará todo lo posible para ser odiado, objetivo, este último, que AMLO está alcanzando con creces, si no se pierden de vista las decenas de miles de asesinados, de desaparecidos, de fallecimientos por el manejo suicida del Covid, de feminicidios, de millones de desempleados y de compatriotas que perdieron sus ingresos informales en los últimos meses.

Un déspota debe infundir temor. Basta con comprobar el manejo obsceno de la UIF, que congela cuentas bancarias a quienes se oponen a las arbitrariedades cometidas por el Presidente, para ya no hablar del SAT, un arma poderosa para someter a los rebeldes opositores y críticos con arreglo al terrorismo fiscal, como lo son las mañaneras orientadas a dividir a la sociedad y a incubar el odio entre todos nosotros. El déspota, tarde o temprano echará mano de la fuerza para imponer sus designios porque considera que su autoridad no se encuentra limitada por las leyes. Cada día un mayor número de nuestros jueces van mereciendo el calificativo de héroes de la patria. Mis respetos. Para Montesquieu, el gobierno despótico es aquel en el que "uno solo, sin leyes ni frenos arrastra a todo y a todos detrás de su voluntad y de sus caprichos", solo que según Constant, dichos gobiernos no están destinados a durar

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@fmartinmoreno

lunes, 21 de septiembre de 2020

Decir lo obvio

Denise Dresser en MURAL 21 Sep. 2020

- En una democracia, el Presidente no se burla ni se ríe de las víctimas de la violencia. No usa la investidura y el púlpito más poderoso del país para humillar, denigrar, difamar o cuestionar la legitimidad de sus críticos o de la oposición. No promueve desafueros ni se molesta porque no le aplauden ni ve complots o golpismo en cada cuestionamiento. No se victimiza para después victimizar.

- En una democracia, el gobierno no utiliza la publicidad oficial para beneficiar a medios afines y castigar a medios críticos. No compra conciencias ni induce cobertura favorable ni permite plataformas pagadas con dinero público a sicofantes silenciosos. No financia a intelectuales orgánicos que varían de sexenio a sexenio, conforme cambia el Mecenas o el Ogro Filantrópico.

- En una democracia, el gobierno no subordina la salud a la política, o la ciencia a la popularidad. No manipula los datos o desvía recursos para hospitales que nunca se construyen o sustituye quimioterapias por agua oxigenada o culpa a otros por la escasez de medicamentos o utiliza distractores para minimizar los estragos de una pandemia y una crisis económica.

- En una democracia no hay pueblo "bueno" o pueblo "malo". No hay "nosotros" beneficiados ni "ellos" vilipendiados. Hay simplemente ciudadanos con derechos consagrados en la Constitución. El Presidente gobierna para todos y no sólo para su tribu o sus cuates o su base electoral o la mutante mafia en el poder.

- En una democracia, el gobierno tiene la obligación de rendir cuentas sobre cada peso recabado, y transparentar su uso de acuerdo con el presupuesto aprobado. No puede desviarlo para fines políticos, partidistas, personales, o en beneficio de élites impunes que se rotan de sexenio en sexenio, dependiendo del partido en el poder. No puede ignorar su responsabilidad fiduciaria para comprar aviones de lujo o financiar rifas ridículas. No permite conflictos de interés para Casas Blancas o hermanos piadosos.

- En una democracia, las instituciones judiciales y de investigación financiera no funcionan a partir de agendas políticas ni instrucciones presidenciales. Actúan de oficio. No son utilizadas para perseguir o amedrentar a los adversarios o para proteger a los amigos. No cierran los ojos ante los casos de corrupción o abuso cometidos por sus colaboradores o presidentes pasados, sólo para abrirlos en función de una consulta popular o un imperativo electoral. No aplican la justicia selectivamente, ignorando casos como la Guardería ABC o el papel del Ejército en Ayotzinapa o los cómplices de Lozoya o los esqueletos en el clóset de Manuel Bartlett.

- En una democracia, el Presidente no puede saltarse la Constitución para militarizar al país, y simular que las Fuerzas Armadas están bajo un mando civil cuando no es así. No puede otorgar contratos ni prebendas ni negocios a los mandos militares sin vigilancia ciudadana o límites constitucionales. No puede permitir que la Guardia Nacional perpetre masacres contra civiles sin sanción, como ha ocurrido desde el sexenio de Calderón.

- En una democracia, el gobierno no malgasta recursos en proyectos faraónicos mal diseñados, mal ejecutados, que cobijan la corrupción de la mafia en turno, como ha ocurrido con la Estela de Luz, el tren México-Toluca, el aeropuerto de Texcoco, y ahora la refinería de Dos Bocas.

- En una democracia, el gobierno no puede otorgar contratos por adjudicación directa a los multimillonarios de siempre, protegiendo sus prebendas de manera transexenal. No pacta con los poderes fácticos tradicionales, ofreciendo la extracción de rentas a los consumidores, a cambio de colaboración en los proyectos preferidos del Presidente. No bendice a los plutócratas mientras produce más pobres o mina a las clases medias.

Como advirtió Orwell: en tiempos de posverdad, reafirmar lo obvio es la tarea de toda persona inteligente. Nuestra democracia ha sido disfuncional, incompleta, intermitente. La tarea transformadora que le tocaba a AMLO era componer una transición trunca, no agravar los errores. No sustituir la cleptocracia por la kakistocracia. No reemplazar el gobierno rapaz por el gobierno incompetente. No pasar de la palabra privatizada a la palabra estatizada. No suplantar lo incorrecto y lo injusto por lo falso y lo arbitrario. No relevar el sueño democrático por la aspiración autocrática. No traicionarse ni traicionarnos.


jueves, 17 de septiembre de 2020

México no es Venezuela

Stephanie HenaroStephanie Henaro

17 de septiembre de 2020, 17:55

Decir que México no es Venezuela, se ha vuelto una especie de mantra cada vez más recurrente. Porque nos invita a creer que todo estará bien, y que jamás llegaremos al desolador estado en que se encuentra uno de los países más ricos del mundo. Sin embargo, creo que más allá de repetir el mantra, la cuestión aquí sería preguntarnos :¿Qué vamos a hacer para no ser Venezuela?

La historia mundial ha demostrado que la soberbia es traicionera, y si hoy vemos a los venezolanos en apuros, solamente es necesario regresarnos un poco más de veinte años en el tiempo, para recordar como decían tranquila y orgullosamente, “Venezuela no es Cuba.”

De ahí mi preocupación, por el creciente amor del presidente por las consultas populares, que no son otra cosa más que el fin y el medio, para “realizarse” y convertirse en “la voz del pueblo”, sin que existan intermediarios.

Porque más allá de transferirle la responsabilidad al “pueblo”, de algo para lo que fue electo, y pasarse por el arco del triunfo a nuestra Carta Magna, que no es otra más que la garante de la ley que nos hace a todos iguales, esta simulación de democracia participativa, es en realidad el inicio de una protagónica.

Tal y como lo hizo Chávez en Venezuela a partir de 1999, en donde su “hiperdemocratización” de la vida política, sometería a Venezuela en la crisis política que hoy arrastra. Iniciando en ese mismo año, con la consulta popular sobre la creación de una nueva constitución, diseñada “a modo”, que le permitiría consolidar su poder.

Extendiendo su mandato, permitiéndole buscar la reelección, cerrar el Congreso, cambiar el nombre del país a República Bolivariana de Venezuela, e incluyendo en el artículo 72, la revocación de mandato de “todos los cargos y magistraturas de elección popular.”

¿Nos suena familiar?

Desde entonces, las pasiones políticas han gobernado, y las soluciones responsables han estado ausentes. Dando paso a un experimento político, de concepción mesiánica, en donde la consultas se vuelven en una especie de salvación, en donde el presidente gobierna directamente con las masas, evitando todas las demás instituciones.

Se fueron al diablo.

Mientras que las opciones políticas moderadas, han quedado obsoletas, y la democracia se ha vuelto una práctica religiosamente redentora. Como si se tratara de un estado de consciencia, permanentemente alterado.

Es casi una experiencia religiosa que, sin embargo se acepta, porque la confianza en las instituciones y la democracia, ha sido extraviada.

Lo que trae al tema, el último informe de Latinobarómetro. En el que se muestra que tan sólo el 38% de los mexicanos, apoya a la democracia, y se cree que la región latinoamericana, ha llegado al fin de la tercera ola democrática.

Por este motivo, es importante recordar que lo que la ley estipula, no debe ser sustituido por el resultado de consultas populares, y que la esencia de la democracia, no está ligado al de la redención.

Teniendo también presente que la “hiperdemocracia”, no es sinónimo de más democracia. Sino que es el síntoma, de una enfermedad, que se alimenta de los excesos, y que conlleva a la autocracia.

Si los expresidentes en México deben ser juzgados por actos de corrupción, la justicia debe llegar por medio de la ley, y no mediante un acto de redención.

México no es venezuela.


¿Qué vamos a hacer para no ser Venezuela?


El último en salir apague la luz.

Para qué son buenos los expresidentes

 17/09/2020 Raymundo Riva Palacio

Las cosas pintan tan mal para el presidente Andrés Manuel López Obrador en el número creciente de fallecimientos por Covid-19 que hacen trizas su chocarrería de lo bien que lo ha hecho su gobierno, y como consecuencia la profundización de la crisis económica, que se comió sus palabras y presentó la solicitud para que se lleve a juicio político a cinco expresidentes. Lo necesita para hacer una campaña electoral paralela en 2021 y recrear el rencor al pasado que le granjeó 30 millones de votos en la elección presidencial que le entregue una nueva mayoría en el Congreso.

Es absurda la consulta por definición, porque pide a la Suprema Corte que le autorice hacer su trabajo. Para eso se le paga, para que el mandato que tiene lo asuma. Pero el Presidente no es un ignorante ni un irresponsable. Plantearla es una estratagema política para seguir ganando tiempo, porque el yo acuso de Macuspana quiere enjuiciar públicamente un sistema económico al que llama “el periodo neoliberal” y vincularlo con corrupción, que le sirva como guía en su narrativa electoral. El ministro de la Suprema Corte de Justicia, Luis María Aguilar, revisará la petición para determinar si la pregunta propuesta para la consulta viola o no los derechos humanos de los expresidentes. Pero da igual. El propósito político está alcanzado.

Revivirá los fantasmas pasados, como “el innombrable”, como llamaba a Carlos Salinas, con quien comienza el ajuste de cuentas políticas, al afirmar que en su gobierno comenzó la desigualdad y la concentración “desmesurada” de la riqueza, lo que puede ser criticable, pero no constituye un delito. Tampoco lo es la privatización de bienes públicos, que también le recarga a Ernesto Zedillo, en la que participaron algunos de los cercanos colaboradores del hoy Presidente, y se beneficiaron varios empresarios cercanos a él. Tampoco es delito.

“Los males señalados -tiró el dardo- no ocurrieron de manera fortuita, sino que fueron consecuencia de la aplicación, durante cinco sexenios, de un modelo político y económico elitista, antidemocrático, antinacional y popular”. Una vez más, se puede debatir en lo político, pero no penalmente. Ese modelo no causó desigualdad, por cierto, pero sí produjo crecimientos mediocres. Está peor con López Obrador, donde el crecimiento venía en picada en 2019, y se profundizó con la pandemia, causando probablemente mayor desigualdad y pobreza. Del crecimiento económico, ni hablar: el peor en la historia.

“Las más altas esferas del poder público y específicamente quienes ejercieron la titularidad del Poder Ejecutivo -añadió López Obrador- se empecinaron en estrategias de seguridad violentas, inhumanas y contraproducentes”. En su cabeza se encuentran Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Difícilmente podrá vincular a Calderón con actos que violaran los derechos humanos, porque a diferencia de él, no reconoció haber incurrido en delitos a favor de criminales. No puede decir lo mismo Peña Nieto, cuyo gobierno armó paramilitares en Michoacán para aniquilar a Los Caballeros Templarios. En todo caso, nadie hizo lo que López Obrador, de apoyar a los cárteles de la droga, al no enfrentarlos, y decir que son menos malos que los delincuentes de cuello blanco. Es decir, un peso vale más que una vida.

A Vicente Fox le pasa la factura por el desafuero que intentó contra López Obrador cuando era jefe de Gobierno en la Ciudad de México, al intervenir “indebida e ilegalmente en el proceso electoral a fin de impedir el triunfo de la oposición”, lo cual se podría echar en cara también al actual director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, a quien se responsabiliza del fraude electoral de 1988, de donde surgió Salinas, a quien dice en la solicitud de consulta que fue producto de un proceso ilegal.

Dice que Peña Nieto recibió dinero ilegal para su campaña presidencial, apoyándose en la denuncia de hechos de Emilio Lozoya que, como el mismo López Obrador ha señalado, tendrá que probar sus dichos. No obstante, la petición para la consulta da por sentado que sí hubo dinero ilegal en la campaña, y le abre la puerta con la pregunta propuesta para la consulta para que se les enjuicie por la presunta comisión de delitos “durante y después de sus respectivas gestiones”. Como Lozoya también imputó a Salinas por haber hecho cabildeo a favor de empresas petroleras –lo que no es delito– durante la negociación de la reforma energética, también hay una dedicatoria contra él.

El extenso alegato que hace López Obrador borra la presunción de inocencia, como cuando se refiere al exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, sujeto a proceso en Estados Unidos por presuntos vínculos con el Cártel de Sinaloa, para responsabilizar a Calderón de omisiones políticas. O al asumir que durante cinco gobiernos, lo que guió a los expresidentes fue la corrupción y las complicidades con el poder económico. Cuando le llegue el momento a López Obrador, la opacidad en las adjudicaciones y la presunta corrupción de su familia, será un lastre peor que el que existe hoy con Peña Nieto, el creador del tsunami electoral de 2018 por todas las acusaciones de inmoralidad contra su gobierno.

El ministro Aguilar no revisará las hipótesis sobre lo que deparará a López Obrador cuando deje el poder, sino la constitucionalidad de la pregunta, que podría analizar en el contexto de la exposición de motivos. Ahí ya los acusó López Obrador y los condenó al descrédito y desprecio. No necesita políticamente más, salvo seguir remachándolo. Si la Suprema Corte lo apoya, le facilitará la cobertura legal para que se monte en la boleta electoral del 21. Si declara inconstitucional la consulta, da igual. Convirtió a los expresidentes en la turbosina que necesita para que Morena vuele hacia la mayoría en el Congreso, y que atranque la vigencia de su proyecto y blinde su futuro. Comerse sus palabras, bien vale un voto.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Pobre México

Leo Zuckerman. 14 de Septiembre de 2020

Pobre del país en el que, desde la cúspide del poder, se denuesta a sus pensadores más brillantes y productivos. Me refiero a Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze. Entiendo que el Presidente no comulgue con sus ideas. Pero, de eso, a injuriarlos en público, hay una enorme diferencia. Diferencia que reduce la estatura moral de López Obrador al peldaño más inferior de la política.

López Obrador acusa a Aguilar Camín y Krauze de haber hecho negocios con los gobiernos anteriores. Eso, para empezar, no es ilegal. Como empresas privadas estaban en su derecho de venderle productos y servicios al sector público. Pero aquí viene la trampa de AMLO: lo que los anglosajones llaman un innuendo.

La traducción más cercana al español sería “insinuaciones indirectas”. En este caso, la pulla es que, si los gobiernos anteriores les dieron dinero a las empresas de Aguilar Camín y Krauze, “los compraron” de esta manera. Falso. Tan sólo hay que ver el contenido de las dos revistas que dirigen (Nexos y Letras Libres) para ver la gran cantidad de artículos críticos sobre los gobiernos que en ese momento gobernaban. Puras insinuaciones que no se sustentan en los hechos.

Qué triste que el Presidente recurra a estas tácticas propagandísticas para atacar a Aguilar Camín y Krauze. Si él y su movimiento están en contra de las ideas de estos dos pensadores, ¿por qué no atacarlos en ese plano, es decir, en el de las ideas?

Porque no pueden.

El lopezobradorismo carece de pensadores del calibre intelectual de Aguilar Camín y Krauze. El único que se me ocurre de esa talla es Lorenzo Meyer, pero tiene un “pequeño” conflicto de interés: su hijo es secretario de Estado del gobierno de AMLO.

Estoy seguro que Aguilar Camín y Krauze se comerían de dos mordidas a cualquier lopezobradorista que les pusieran enfrente en un debate. Y esto pensando en un debate civilizado de ideas, y no en los que le gustan a AMLO a y sus huestes, es decir, donde, frustrados por la falta de ideas, pronto recurren a argumentos ad hominem, insinuaciones sin sustento, mentiras y hasta groserías. Es un terreno que conoce bien el Presidente y algunos de sus seguidores, como Gerardo Fernández Noroña.

Y eso, creo, es lo que más le duele a Andrés Manuel López Obrador: no poder ganar el debate de las ideas. No es gratuito que diario se esconda en una dizque conferencia de prensa llena de paleros que le hacen preguntas a modo. Él se siente más cómodo con Lord Molécula que con verdaderos periodistas o personajes con cierta estatura intelectual.

Ahí está uno de los límites de la llamada Cuarta Transformación: es un proyecto de ideas huecas. Son las ocurrencias del líder que lo único que quiere es concentrar el poder en la Presidencia. Un proyecto de poder. Mucha crítica en contra del neoliberalismo, pero ninguna alternativa. Tan es así que ni siquiera han podido encontrar un nombre a su proyecto. Comenzaron diciéndole posneoliberalismo y luego salieron con la paparruchada de economía moral.

Frente a la falta de ideas y de pensadores de peso, lo único que le queda a AMLO es desprestigiar con mentiras a dos de las mejores mentes de este país. Y sí, yo tengo el privilegio de conocerlos y admirarlos. En particular, es un lujo tener a Aguilar Camín todos los lunes en La Hora de Opinar.

Estamos frente a un rasgo típico de AMLO: cuando no se le dan las cosas, saca su peor faceta. Ante el fracaso evidente de su gobierno (mal manejo del covid-19, crisis económica e inseguridad), el Presidente se enoja (¿dónde quedó su República Amorosa?), y enjuicia públicamente a dos de los mejores pensadores de México y los sentencia.

Luego aparecen sus mastines a recomendar el castigo: silencio o exilio. Eso dijo Paco Ignacio Taibo II, un escritor de medio pelo que hoy dirige el FCE y Educal. El siguiente paso es demandar que se quemen los libros y artículos de Aguilar Camín y Krauze en una pira pública.

¿Exagero? Quizá, pero prefiero hacerlo a quedarme callado.

jueves, 10 de septiembre de 2020

SAT: fotografiar los domicilios y la intimidad de los contribuyentes

José Soto Galindo 09 de septiembre de 2020

De manera muy discreta, la Secretaría de Hacienda incorporó una barbarie en su propuesta de Miscelánea Fiscal de 2021 que permitirá una fiscalización de la vida privada y la intimidad de los ciudadanos y que puede poner en grave riesgo la seguridad física y patrimonial de las personas. Bien dicen los que saben que en la vida existen dos cosas de las que no podemos librarnos: de morir y de pagar impuestos. Y si se vive bajo el régimen del SAT, de vivir con nuestra seguridad vulnerada.

La barbarie está documentada en la página 61 de la iniciativa de reforma de las leyes de ISR, de IVA, de IEPS y del Código Fiscal de la Federación, que son parte del Paquete Económico de 2021. La iniciativa propone ampliar las herramientas de documentación de los inspectores del SAT (Servicio de Administración Tributaria) que visiten los domicilios fiscales de los contribuyentes, sin diferenciar si se trata de personas morales (empresas e instituciones) o de personas físicas (en muchos casos, ciudadanos comunes y corrientes que ejercen como trabajadores independientes o se desempeñan con un régimen de prestación de servicios profesionales).

“Las autoridades fiscales podrán utilizar herramientas tecnológicas para recabar imágenes o material que sirva como constancia de los bienes y activos que existen en el domicilio fiscal, los cuales quedarán protegidos en términos del artículo 69 de este Código (Fiscal)”, dice la iniciativa que presentó Hacienda el martes al Congreso de la Unión.

Se trata de una incorporación al primer párrafo del artículo 45 del Código Fiscal que literalmente abre las puertas para que terceros conozcan lo que hay en los domicilios de los contribuyentes y realicen un registro electrónico de su interior y de las pertenencias por medio de teléfonos, tabletas, cámaras, grabadoras. Las visitas de fiscalización domiciliaria ya existen, pero no la documentación electrónica de las pertenencias de los contribuyentes.

Los visitadores están obligados “a guardar absoluta reserva en lo concerniente a las declaraciones y datos suministrados por los contribuyentes (…) así como los obtenidos en el ejercicio de las facultades de comprobación” (artículo 69 del Código Fiscal), pero su registro por medios electrónicos en el lugar de la verificación genera un riesgo innecesario de que personas distintas a esos visitadores o en colusión con ellos tengan acceso a la información recabada y puedan dañar o afectar la seguridad física o el patrimonio de los ciudadanos.

Insisto: hay que considerar que hablamos, por lo menos, de tres tipos de domicilios fiscales: el de las empresas o instituciones (personas morales) y el de personas físicas que, por una parte, pueden ser pequeños empresarios con oficinas formales o, por otra parte, ciudadanos que tienen sus domicilios privados como domicilios fiscales para el cumplimiento de sus obligaciones tributarias.

Una cosa es permitir el acceso de los visitadores fiscales y otra mucho más riesgosa permitir que graben y fotografíen las pertenencias de los contribuyentes, máxime cuando se trata apenas de un proceso de verificación.

La información recabada de esta manera puede ser entendida fuera de contexto si se trata de domicilios particulares utilizados para el cumplimiento fiscal. La manera de vigilar al vigilante para que realice un tratamiento responsable, leal, lícito seguro y con base en la finalidad buscada se pulveriza, lo mismo que las medidas de protección mínimas y suficientes, considerando la masificación de posibilidades de registro tecnológico que abre la reforma.

Se trata de una barbarie que pondrá en grave riesgo a los contribuyentes, en un país donde la inseguridad y la desconfianza son fenómenos transversales en toda nuestra relación en sociedad.


Tengan su transformación

Macario Schettino

Prioridad que no está en el presupuesto no es prioridad, reza un dicho de la administración pública. Después de tres años de presupuestos del actual gobierno, ya no hay duda de qué es lo que realmente le importa al Presidente. Comparando 2021 con 2018, las conclusiones son contundentes.

Primero, le importan sus proyectos de infraestructura, que son tres: la refinería, el aeropuerto de Santa Lucía y el Tren Maya. Segundo, quiere un Ejército mucho mayor, infiltrado en todas las actividades posibles. Tercero, le interesa construir un “nuevo” sistema social, que es similar al que México tenía hace 50 años, repartir dinero. Finalmente, nada más le importa, pero parece tener un claro encono con los reguladores, de cualquier tipo.

El presupuesto de las secretarías de Energía, Turismo y de Pemex, donde están sus proyectos y su creencia soberana, era de 391 mil millones en 2018, y para 2021 será de 630 mil millones. Como proporción del gasto programable, pasan de 10 a 14%, en números redondos. Aquí no se incluye el aeropuerto, que está en el presupuesto de Defensa Nacional. Esta secretaría, los militares, pasan de 80 mil a 112 mil millones de pesos en los tres años.

En el caso del gasto “social”, las secretarías del Trabajo y Bienestar (antes Desarrollo Social), tenían un presupuesto sumado de 98 mil millones en 2018, y ahora tendrán 214 mil millones.

En conjunto, estos tres rubros: proyectos, gasto social y militares, tenían 570 mil millones de pesos en 2018, y en 2021 tendrán 957 mil millones. Es casi el doble, en pesos y centavos, y un incremento de 14 a 21% del gasto programable del gobierno. Prácticamente todo lo demás cede terreno para que estos rubros puedan crecer de esa manera.

Los que tienen suerte quedan casi igual, proporcionalmente, que en 2018, o pierden poco: educación, salud, Poder Judicial. La mayoría pierde a doble dígito, especialmente los órganos reguladores y de vigilancia, desde la secretaría de Función Pública o los tribunales, hasta el Instituto Federal de Telecomunicaciones. Particular encono contra los reguladores energéticos, la CRE y la CNH, que de 2018 a 2021 pierden 70 y 76% de su presupuesto, respectivamente.

Esta transformación del presupuesto ocurre mientras tenemos una caída considerable de la economía, que ayer decíamos no está bien considerada en las cifras, y es muy posible que el presupuesto de 2021 no pueda cumplirse, o tenga que hacerse mediante endeudamiento, ya sabremos. Eso no modifica en nada la intención transparente del gobierno actual: un país de 1970, pero con mayor poder de los militares. No sé si eso querían los que votaron por López Obrador, pero eso tienen.

Después de tres años de este proceso, se hace más difícil imaginar cómo revertirlo. No es sencillo convencer a quien recibe dinero de dejar de hacerlo, sea un militar, un petrolero o un cliente político. Todos se hacen dependientes del flujo, y revertirlo no es sencillo. López Obrador aprovechó su gran legitimidad inicial, y el control del Congreso, para detener recursos que solían irse a clientelas del PRI. En el futuro, alguien tendrá que hacer algo similar con programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, las Universidades Benito Juárez y Sembrando Vida, que nada más sirven para eso mismo: comprar votos. Los proyectos de infraestructura son más fáciles de detener, pero implican una pérdida segura.

Pero regresar a los militares a su trabajo normal sí va a estar muy difícil. Ya están haciendo aeropuertos y sucursales bancarias, administrando el ISSSTE y las aduanas, y plenamente a cargo de la seguridad pública. No sé si esto querían los amigos de izquierda que tanta enjundia pusieron en la campaña para denostar a quienes hacíamos notar los defectos de su caudillo. Como él dijo: “tengan para que aprendan”.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Yo acuso

Denise Dresser (07 Sep. 2020).-

Yo acuso al gobierno de mi país por la falta de voluntad de proteger a la población de la pandemia, dejando morir a miles, empujando a millones al contagio, la ruina financiera y el hambre. La profundidad de los errores, la necedad de la "estrategia" y la magnitud de la estulticia son difíciles de conceder. Apenas hace unos días, la Secretaría de Salud presentó un reporte sobre el "exceso de mortalidad" con 122,765 muertes durante la crisis de Covid-19, sugiriendo que la cifra oficial de defunciones podría ser mucho más alta. Animal Político informa que en solo 4 meses -entre abril y julio de 2020- México ha reportado 130 mil más fallecimientos que en 2019. Quienes, como el Presidente, insisten en que "ya domamos la pandemia", "ya pasó lo peor", "ya vamos saliendo" mienten. No hay otra manera de describirlo. Mienten.


Yo acuso al gobierno de mi país de haber desperdiciado casi toda oportunidad para contener al coronavirus, a pesar de contar con meses de anticipación para prepararse mejor. Por la lentitud de su respuesta y el uso del "modelo Centinela", que le dio al Covid-19 la capacidad de expandirse rápidamente. Por la falta de preparación, protocolos, entrenamiento sobre el uso de ventiladores, y compra de equipo de protección destinado a miembros del sector salud. Por la falta de apoyos financieros directos a las pequeñas y medianas empresas y al sector informal, que ha obligado a tantos a salir a la calle a ganarse la vida, corriendo el riesgo de ser contagiados o perseguidos por la policía, puesta a criminalizar el ambulantaje. Por la desinformación propagada por López Obrador, López-Gatell y las autoridades sanitarias. Miles de muertes eran prevenibles. En México la Cifra de Fatalidad por Caso ronda en 10.7%, cuando la tasa mundial es 3.3%. En México, ha muerto más personal de salud por Covid-19 que en cualquier otra parte.


Yo acuso a López-Gatell de haber colocado la lealtad política por encima del conocimiento científico, para complacer al Presidente. Asimismo, el gusto por los repentinos reflectores y la novedosa popularidad, ha convertido su conferencia informativa en un espectáculo de manipulación, edición de cifras, politización, ataques a la prensa y a los "adversarios", deslinde de responsabilidades gubernamentales y foro para señalar culpables de manera deshonesta. Ni la corrupción, ni las comorbilidades, ni el consumo de comida chatarra, ni el imperialismo alimenticio son razones suficientes para explicar una reacción gubernamental tan catastrófica. Ni todas las piruetas verbales del subsecretario esconden su sinrazón sobre el cubrebocas, o por qué no es necesario hacer pruebas, o rastreo de contactos, o aislamiento de contagiados. La sub-ocupación hospitalaria no es señal de éxito en la contención; es indicador de que 8 de cada 10 personas mueren antes de ser conectadas a un ventilador, o fallecen antes de llegar a un hospital, o mueren rápidamente por los malos cuidados ahí, liberando camas y proveyéndole al gobierno cifras tramposas que presumir, en vez de métricas mortíferas que explicar.


Yo acuso al gobierno de mi país de haber convertido a México en un país de crematorios al tope y ataúdes al por mayor. Hoy ocupa el cuarto nivel mundial en número de defunciones, aunque el número es mayor por la falta de pruebas, como señala The Wall Street Journal, en un reportaje sobre la escasez de actas de defunción. El objetivo de los posicionamientos de AMLO y López-Gatell ya no es informar o prevenir o contener. Es negar. Ya no es ampliar el número de pruebas o exigir el cubrebocas obligatorio o pedirle a la población que acuda a los hospitales antes de que sus síntomas sean demasiado graves. Es distraer.