martes, 9 de diciembre de 2014

Odio por pensar..... Ricardo Alemán.

2014-12-09, 07:00:00
Tener y expresar un pensamiento distinto suele provocar reacciones de odio, no sólo en redes sociales sino en la sociedad en general.
Tener y expresar un pensamiento distinto suele provocar reacciones de odio, no sólo en redes sociales sino en la sociedad en general. Y es que exponer una idea diferente, diversa o disidente a las ideas que pregonan los supuestos dueños de la verdad o los jueces de “la moral de moda”, es motivo suficiente para desencadenar rabiosas y masivas expresiones de odio; para insultar, ofender, descalificar, denigrar y hasta amenazar de muerte.
Desata odio, por ejemplo, exigir que se clarifique, con certeza y sin fanatismo, la responsabilidad de los verdaderos autores intelectuales del crímenes de Iguala; los que mataron a los primeros seis y que habrían matado a los siguientes 43.
Es motivo de odio y muestras extremas de intolerancia decir que resulta creíble la versión oficial de que los 43 corrieron la misma suerte que el primero de los identificados, Alexander Mora Venancio. Desata odio suponer que ante el hallazgo de Alexander es previsible que los 42 normalistas restantes no sólo estén muertos sino que será casi imposible localizar sus restos. Siquiera insinuar esa posibilidad desata un odio irracional que se expresa, delirante, cual pecado capital.
Odio enfermizo contra los que sugieren que la responsabilidad de los crímenes de Iguala es, en ese orden, de la mafia que tiene el control de la Normal Rural de Ayotzinapa –sean grupos armados como el EPR, ERPI y otros que manipulan a los jóvenes normalistas y que los mandaron al matadero–, y aquellos normalistas vinculados con el crimen organizado; que los hay y cuyos nombres los conoce la autoridad federal.
Odio acompañado de amenazas de muerte por atreverse a insinuar que sean investigados y castigados los líderes venales de la normal, esos que utilizan “de carne de cañón” a los normalistas; esos que enviaron a los jóvenes a Iguala –a quién sabe qué acto político–, a sabiendas que era enviarlos a “la boca del lobo”; a sabiendas de que entre los normalistas y los Guerreros Unidos había una guerra a muerte.
Odio contra los que reclaman que, sin titubeos, se deslinde la responsabilidad de los partidos políticos, de hombres y mujeres de las llamadas izquierdas y de los líderes promotores de las candidaturas de Ángel Aguirre y José Luis Abarca –respectivamente-, a los gobiernos estatal de Guerrero y Municipal de Iguala.
Odio contra aquellos que se atreven a señalar como corresponsables de la tragedia a los líderes del PRD, PT, Movimiento Ciudadano y Morena. Odio hacia los que insisten en la teoría de que la principal responsabilidad del crimen y de las complicidades con los matarifes de los Guerreros Unidos se llama Ángel Aguirre, el depuesto gobernador. Odio contra los que se atreven a extender la responsabilidad al Congreso de Guerrero; al Poder Judicial estatal.
La moda, lo “políticamente correcto”, es gritar lo más fuerte posible que si bien los normalistas fueron asesinados por el cártel de los “Guerreros Unidos”, la responsabilidad es de Peña Nieto. ¿Y por qué es culpable el presidente? Porque Peña Nieto debe ser odiado por cometer el “pecado capital” de derrotar en las urnas al mesías, dueño de la verdad y la moral absolutas; salvador de la patria y dictador del bien y el mal. Pensar diferente es motivo de odio, insultos, difamación y amenazas de muerte.
Odio contra aquellos que, con elemental sentido común, piensan que el crimen de Iguala debe ser aclarado por Lázaro Mazón y por su promotor político, el mesías Andrés Manuel López Obrador; a su vez el principal impulsor de del odio de que los muertos y los desaparecidos de Iguala son responsabilidad de Enrique Peña Nieto.
Odio contra aquellos que aclaran que Guerrero ha estado en manos de las llamadas izquierdas a lo largo de dos sexenios; que Iguala era y es un municipio perredista, y que en la llamada “Tierra Caliente” de Guerrero, el control y el poder lo comparten, al mismo tiempo, grupos criminales como Guerreros Unidos y organizaciones sociales vinculadas a la guerrilla. Y si las izquierdas han tenido el control en Guerrero durante más de una década, los políticos de las izquierdas saben bien quién es quién. Y claro, saben quién y por qué mataron a los normalistas. Odio contra los que piensas de esa manera, porque los fanáticos odian a todos los que piensan. Los odian por pensar.
Odio hacia los que piensan que la CNTE, la CETEG, y otras franquicias de ese grupo mafioso no sólo viven del dinero público sino que saquean el dinero público sin cumplir su responsabilidad de educar. Odio contra quienes creen que la mafia CNTE usa la bandera de los normalistas con fines políticos y de chantaje al Estado; para robar más y más dinero de las rentas del Estado.
Odio contra aquellos que piensan que la tragedia de Iguala ya se convirtió en bandera política; estandarte con el que vividores de la protesta intentan derribar al gobierno de Peña Nieto. Odio, contra los que se atreven a cuestionar el ridículo negocio y las pingües ganancias que deja la “moda revolucionaria” de Ayotzinapa.
Odio hacia los que cuestionan el origen del negocio sucio detrás de la moda de Ayotzinapa; playeras, gorras, pasamontañas, plumas lapiceros, cuadernos, discos y decenas de souvenirs de “Todos somos ayotzinapa”.
¿Quién es el capitalista voraz –vulgar mercachifles–, que valiéndose del comercio informal y el ambulantaje promueve la mercantilización de la tragedia de Ayotzinapa; quienes son los líderes de pacotilla que utilizan Ayotzinapa, a sus muertos, a los padres afligidos para sus fines político-electorales?
Odio contra aquellos que se atreven a cuestionar el cuestionable “trabajo periodístico” que exhibió “la casa blanca”; odio, hacia aquellos que suponen que se trató de una estrategia política para vengarse y derribar a Peña Nieto. Odio contra aquellos que –a pesar de exigir que se aclare el cochinero de la “casa blanca”–, no se suman a “la cargada” que reza al “renuncia de Peña Nieto”.
Odio contra los que dudan de la veracidad del juicio mediático en el caso Tlatlaya; contra los que cuestionan que el ejército mexicano haya masacrado a los “modernos mártires de la democracia” en que el manoseo mediático terminó por convertir a los criminales abatidos. Odio por informar que los criminales de Tlatlaya portaban el doble de armas que los militares, que eran el triple en número y que pertenecían a una poderosa banda criminal.
Odio hacia todos los que no se suman al fanatismo de moda; “todos somos Ayotzinapa”. Odio a todos los que piensan distinto; odio por pensar… La democracia mexicana. Al tiempo.

Tomado de El Universal.

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