Por: CARLOS LORET DE MOLA
Los violentos maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG), so pretexto de su indignación por la tragedia de Ayotzinapa, han cometido toda suerte de actos vandálicos contra la Casa de Gobierno, el Congreso, al INE, centros comerciales, el aeropuerto, la Autopista del Sol, oficinas de medios de comunicación, y sedes de partidos políticos. Le han pegado al PRI, al PAN, al PRD… pero no han tocado a Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador.
Extraño, porque si su protesta es por la masacre de Ayotzinapa tuvieron que haber empezado por destruir vidrios, romper puertas, quemar documentos y achicharrar computadoras del partido que postuló al gobierno de Guerrero al principal protector de los presuntos asesinos intelectuales: es bien sabido que López Obrador, tres meses antes de la matanza, elogió sin medias tintas a Lázaro Mazón, lo anunció como su candidato al gobierno en 2015, y todo mundo sabe que Mazón es el padrino financiero y político del alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y de su esposa, María de los Ángeles Pineda.
Pero no. La CETEG, derivación estatal de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), no se mete con Morena, no se mete con Mazón, no se mete con López Obrador.
Es solamente uno de los trucos bajo la mesa en la política guerrerense, carcomida por la corrupción y la violencia, pero concentrada en pelear por los restos de un estado que parece no tener cimientos. El próximo año se elige gobernador y todos están moviendo sus piezas.
No es sólo la CETEG con Morena. Es también el PRD. Sus principales figuras —los senadores Ríos Piter y Sofío Ramírez— tienen tanto miedo a ser retenidos o humillados en las calles por la CETEG que no organizan actos públicos y ni siquiera se presentaron a la reunión de padres de familia de Ayotzinapa en el Senado (tampoco se atrevió a ir el priista René Juárez).
Cómo estarán las cosas que apenas el miércoles 10 de diciembre renunciaron a este partido cuatro dirigentes estatales históricos, tres de ellos vinculados al movimiento guerrillero de Lucio Cabañas.
El PRD consideraba que tenía casi “en la bolsa” la gubernatura. Primero, porque el gobernador llegó por el PRD, el vapuleado Ángel Aguirre. Segundo, porque Aguirre había establecido una alianza con el senador Armando Ríos Piter “El Jaguar” para operar a su favor. Y tercero, porque Ríos Piter aparecía como puntero cómodo en las encuestas.
Pues resulta que Ríos Piter ya no tiene ventaja tan holgada, Aguirre ya no es gobernador y el sustituto, Rogelio Ortega, parece estar operando para el PRI.
Y concretamente para una figura: el que era su jefe en la Universidad Autónoma del estado, Javier Saldaña, a quienes los enterados en la entidad ubican ya como el verdadero mandamás en Guerrero, con ganas de seguir al frente seis años más como abanderado del partido tricolor.
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