lunes, 1 de diciembre de 2014

Es que le gritaron "asesino"

La renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas al Partido de la Revolución Democrática fue un berrinche porque en ese partido ya no se hace lo que él dice.

Por primera vez en su historia de un cuarto de siglo el PRD tuvo elecciones democráticas, limpias, y a Cárdenas se le ocurre exigir la renuncia de todo el comité nacional.

Es un berrinche. Es un capricho. Confirma que Cuauhtémoc no es un demócrata porque no sabe perder.

Cuando se iba a renovar la dirigencia que encabezaba Jesús Zambrano, Cárdenas dijo que él aceptaría ser el nuevo presidente nacional si era candidato único. No quería contrincante alguno, sino una alfombra roja para “salvar” al PRD de la amenaza de López Obrador y Morena.

Pero no se hizo lo que él quería. Navarrete, con toda legitimidad, levantó la mano y dijo que él también quería ser candidato a presidente del PRD.

Cuauhtémoc tomó la decisión de Navarrete como una afrenta personal, pues se consideraba dueño del partido.

Luego del triunfo de Navarrete, limpio y democrático, Cárdenas le exigió que renunciara al cargo. Que dejara la presidencia del PRD, nada más porque él lo decía.

Tomó como pretexto la catástrofe de Iguala para decirle a Navarrete que se fuera del partido, como si fuera un empleado puesto por él.

Es pretexto lo de Iguala porque en la imposición de Abarca como candidato del PRD-PT-MC a alcalde, fue fundamental la decisión del entonces secretario de Salud de Guerrero, Lázaro Mazón, actual precandidato de Morena al gobierno de Guerrero.

Y más que por el apoyo de la presidencia del PRD -en la que no estaba Navarrete-, José Luis Abarca se consolidó como candidato por el respaldo que le dio López Obrador.

Además, Cárdenas no soportó que le gritaran “asesino” en una marcha a la que se sumó por las desapariciones de los normalistas en Iguala.

Él, que tantas veces le gritó “asesino” a sus rivales políticos sin fundamento, fue objeto de esa acusación que le ha de haber dolido hasta el alma, con razón, pues él no mandó matar a los normalistas de Ayotzinapa.

Dice en su renuncia que se va del PRD porque no quiere “correr el riesgo de compartir responsabilidades tomadas por miopía, oportunismo o autocomplacencia”.

Habla de Abarca, y la flagrante insensatez de hacerlo candidato. Pero entonces, ¿por qué no renunció antes de la matanza de Iguala, cuando todos en su partido sabían quién era Abarca?

O como dijimos ayer en este espacio: ¿por qué no renunció cuando la policía del gobierno de su partido en el DF mató, por asfixia, a nueve jóvenes de escasos recursos en la discoteca News Divine, a raíz de una redada anticonstitucional?

¿No se equivocó él cuando puso al frente de la Policía Judicial del DF a Jesús Carrola, acusado de tortura y asesinato en Baja California Sur cuando era agente federal, ligado al cártel de los hermanos Arellano Félix? ¿O cuando puso a un exmiembro del Batallón Olimpia al frente de la operación de la policía capitalina?

Cárdenas ya no es más dueño del PRD. Y con él seguramente se irán otros que no saben perder, como Ebrard, Encinas y Bejarano.

Es la gran oportunidad del PRD. Sacudirse de caciques y ser un partido de izquierda, con programa, no con rencores.

Twitter: @PabloHiriart

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