jueves, 23 de marzo de 2017

Los tropiezos de Andrés


En una mesa de debate realizada hace semanas, escuché de un académico prestigiado una frase que describe las virtuales e irrenunciables victorias de Andrés Manuel en el pasado. Ante la pregunta expresa de si López Obrador iba a ganar las elecciones en 2018, el investigador respondió: “Todos hemos visto cómo Andrés también falla penaltis”.

Me pareció ampliamente descriptiva de los momentos 'inminentes'
–escuché decir más de una vez– en que Andrés se convertiría en presidente de la República.

A juzgar por los números de hoy, la ventaja de AMLO en términos de preferencia electoral hacia 2018 es considerable; cada semana se suman empresarios y líderes de distintos sectores a su campaña, a su grupo de seguidores y simpatizantes, además de que él adopta
–indistintamente– tonos diversos a partir de la metralla que recibe o las pifias que comete.

En torno a estas últimas, la más reciente insinuación de que el Ejército estuvo vinculado con el inacabable caso de Ayotzinapa le abrió un nuevo frente de confrontación: las Fuerzas Armadas.

Citando a los clásicos: 'pero qué necesidad'.

Al señalamiento directo de un ciudadano –cuya identidad era desconocida en ese momento para AMLO– durante su reciente visita a Estados Unidos, resultó desafortunada y visceral como suele hacer el líder de Morena cuando le inquieren sobre temas o datos incómodos en su agenda o su pasado. ¿Cuál era su relación con Ángel Aguirre?, ¿cuál su relación con los Abarca? Preguntó un hombre con fotografías del propio Andrés Manuel con esos personajes, un ciudadano que después resultó –agravante ético y social– padre de uno de los desaparecidos.

La respuesta de Andrés de inquirir al presidente o a las Fuerzas Armadas fue un deslinde claro, una insinuación de responsabilidad, pero sobre todo, una evasión a la pregunta central: ¿Qué tiene usted que ver con estos personajes?

El incidente me llevó a recordar el rosario de errores y pifias de 2006, una elección que perdió en las urnas –por estrecho margen– y que nunca en más de 12 años se pudo comprobar el hipotético fraude que él sostuvo durante años.

Andrés es el peor enemigo de Andrés, porque en el calor del debate, de la plaza pública –que con frecuencia domina y subyuga– a veces surgen 'provocadores', ciudadanos que preguntan, se quejan, señalan y da la impresión de que AMLO no es capaz de procesar con templanza y articulación las voces distintas o discordantes. No es la primera vez.

Pero si quiere llegar en 2018 tendrá que refrenar las reacciones viscerales y de mecha corta, las que producen la distancia de los electores, la desconfianza de los votantes, quienes aprecian una vena intolerante en el experimentado político.

Para hablar de hechos, no existe una sola evidencia –a pesar de la muy ideológica campaña de los padres, sus patrocinadores, sus abogados y todos quienes han sacado beneficio del tema– que vincule la participación del Ejército esa trágica noche en Iguala.

Más bien, se puede criticar su omisión o su falta de intervención, pero no son la policía, como muchas veces se ha dicho.

La respuesta formal del Ejército, a través del general responsable de los derechos humanos, agrega un ingrediente de presión a un proyecto de ley que los legisladores no acaban de terminar. El marco jurídico para la acción y operación de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad interna, lucha contra el crimen organizado, etcétera. La ley sigue atrapada en los pasillos del Congreso con muy pocas posibilidades de que pueda salir.

Andrés Manuel intentó suavizar las asperezas con el Ejército desde el domingo en Querétaro y San Luis Potosí, y después mediante un mensaje en redes señalando nuevamente los ataques de siempre desde la mafia del poder. Es decir, lo de siempre: Yo no me equivoco, se equivocan quienes leen y desvirtúan mis afirmaciones porque pertenecen a la mafia del poder. Lamentable.

Fue un error, hay que asumirlo y aplicar control de daños, en vez de defender la postura por los ataques 'de los malos'.

Imagine usted a AMLO en una declaración pública reconociendo que el Ejército no tuvo nada que ver en Ayotzinapa, que las investigaciones demuestran tales hechos y que faltan precisar más elementos. ¿Tendría un costo electoral entre sus seguidores?

Esa es la causa por la que es mejor no aclarar posturas, sino mantenerse en los linderos de lo indefinido, para no defraudar a ningún seguidor duro o a otro potencial votante.

La ruta al 2018 deberá reducir y de ser posible eliminar todo tropiezo, o veremos una historia repetida y conocida: el ya merito.

Twitter: @LKourchenko

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