Visto desde Nueva York
Jorge SuárezVélez 16 marzo 2016.
Las narrativas de AMLO y de Trump son espejo una de otra.
Viniendo de historias personales diametralmente opuestas, ambos hablan de las
mafias del poder, ambos dudan de resultados que no los favorezcan, ambos
aseguran complots en su contra, ambos critican al sistema electoral, ambos
tienen soluciones mágicas y sencillas a problemas extraordinariamente
complejos. Ambos cuentan con seguidores incapaces de tocarlos —o dudarlos—“con
el pétalo de una rosa, o con el agravio interior de un pensamiento”, para
éstos, sus mesías son infalibles.
Ambos han convencido a gente con reputación razonable de
venderle su alma al diablo para estar cerca del poder, a pesar de no estar
necesariamente de acuerdo con sus ideas. A diferencia del primero, el segundo
ya está teniendo que lidiar con una realidad que neciamente se rehúsa a
rendirse ante sus recetas simplistas.
Habiendo tenido a AMLO en Nueva York en estos días, constato
además que fue incapaz de reunirse con críticos potenciales. Escogió con pinzas
a quienes iban a sus eventos, ya fueran 'líderes comunitarios' o 'empresarios',
fue una producción teatral. Dios lo libre de tener que enfrentar la crítica real,
o tener que responder preguntas serias. Hasta Enrique Ochoa se expuso en esa
ciudad a situaciones difíciles al asistir a eventos no 'censurados'.
Pero, los mesías no tienen por qué codearse con mortales.
Si de por sí la situación económica y política del mundo
está en un punto históricamente crítico, cuando salimos de la peor crisis desde
la Gran Depresión, hay que lidiar además con la personalidad de líderes
ególatras que buscan fortalecerse a partir de inflar enemigos, reales o
ficticios, para asustar y mostrarse como el héroe capaz de guiarnos a la tierra
prometida. Citando a Carlos Elizondo, apuntalan su popularidad en 'La nostalgia
del pasado'.
Irónicamente, es el propio Trump quien más fortalece a AMLO.
No faltará quien lo vea como el macho nacionalista capaz de defendernos de Masiosare
, pero más que eso, los tiempos de la Casa Blanca nos afectan.
Wilbur Ross, secretario de Comercio estadounidense, dijo que
la negociación del TLCAN comenzará a fin de año, buscando concluirla a mediados
del que viene.
Muchos dicen que prefieren ese calendario porque nos
debilita; yo dudo que tengamos tanta importancia. Más bien, nos están mandando
a la cola. En este momento enfrentan temas infinitamente más pesados: trumpcare
y la reforma fiscal.
El reciente dictamen del CBO, la oficina presupuestal no
partidista del Congreso, pronosticando que hasta 24 millones más de
estadounidenses perderán su acceso a seguro médico como resultado del plan
propuesto, es una bomba. Pone a la administración Trump en colisión directa no
sólo con senadores y representantes demócratas, como sería natural, también con
buena parte de los republicanos.
Algunos de ellos querían ver que simplemente se derogara el obamacare
y se empezara de cero, otros querrían que lo reemplace una solución
radicalmente diferente y mucho más cimentada en las fuerzas del mercado. En vez
de eso, se propone una solución muy parecida a la existente, pero que afecta
gravemente a la parte más pobre de la población, y a los mayores de 65 años,
como estrategia para reducir su costo fiscal.
Además, el país en general, y los mercados financieros en
particular, se mantienen en espera de la muy cantada reforma fiscal que
reducirá fuertemente la tasa impositiva a corporaciones y a individuos,
eliminando quizás el impuesto a la herencia, y simplificando drásticamente el
régimen fiscal. ¿Cómo hacerlo sin detonar un déficit fiscal mucho mayor? El
diablo está en los detalles, y a muchos les urge analizarlos.
Estas dos batallas campales se comerán el calendario
legislativo del segundo semestre. Mientras tanto, continuarán las
deportaciones, licitarán la construcción del muro, y seguirán cumpliendo
promesas de campaña que carezcan de costo político. Pero no hay espacio para
una batalla legislativa alrededor de temas comerciales.
Si la negociación se pospone al año que viene, ocurrirán dos
cosas: Primero, se pospondrán decisiones de inversión nacionales o extranjeras
en México en áreas potencialmente afectadas por cambios al TLCAN (es decir,
todas). Eso reducirá pronósticos de crecimiento, favoreciendo a AMLO.
Segundo, los tiempos electorales, tanto en México como en
Estados Unidos (que también tendrá elecciones de medio término, muy cuesta
arriba para los demócratas, por tener más asientos en juego), harán
infinitamente más enredada la interacción legislativa en ambos lados del río
Bravo.
Afortunadamente, se van alineando los esfuerzos de cabildeo
de empresas en sectores potencialmente afectados en Estados Unidos,
particularmente aquellas que exportan productos agropecuarios, pero la
incertidumbre electoral, la posibilidad de que legisladores en funciones sean
amenazados por elecciones primarias de sus propios partidos, y la influencia de
fuerzas de cabildeo mayores (como las que inciden en trumpcare), hacen mucho
más incierto el panorama.
Si, además, surgiera cualquier conflicto geopolítico en los
próximos meses algo cuando menos posible, peor aún.
Quién iba a decirlo. Además de parecerse, resulta que Trump
será el mejor aliado de AMLO.
http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/amlo-y-trump-aliados-involuntarios.html
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