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martes, 12 de junio de 2012
Por qué protestar
Roberta Garza
2012-05-29 • ACENTOS
Si algo sobra en este país son razones para protestar, y una de ellas es la pésima condición de los medios informativos. Lo que extraña es que la protesta sea específica contra Televisa (y, en menor grado, Tv Azteca) y Peña Nieto; no porque los anteriores no tengan hartos bemoles, sino porque los manifestantes que se dicen informados y no manipulados no sé si sean lo segundo, pero difícilmente son lo primero: aun aceptando que la cobertura que Televisa y otras le dan a Peña Nieto es favorecedora para él, ésta no es mayor ni más descarada que la que La Jornada o Aristegui le dan a López Obrador (de la payasada del inexistente “cerco informativo”, ni hablemos), y nadie ha oído de plantón o reclamo alguno a las puertas de sus instalaciones.
Ahora bien, ¿tienen algo de malo las filias o fobias informativas? No por sí mismas; son bien conocidas las tendencias de los grandes diarios del mundo, nadie les llama inequitativos o injustos por eso y no por eso dejan de ser estupendos productos. Lo que no debemos confundir es gimnasias con magnesias o tendencias con desaseos periodísticos: la apuesta de uno u otro medio hacia uno u otro candidato o postura no es el problema, sino la falsedad y la chambonería: tanto José María Aznar como el diario El Mundo, en España, caro pagaron su apuesta política de susurrar la culpa de la ETA en los terribles atentados al metro de Madrid, sabiendo que el modus operandi correspondía a Al Qaeda y no a los separatistas vascos. ¿Hay entonces motivo para reclamarle a Televisa su apuesta por Peña Nieto, o la de La Jornada por AMLO? No, mientras sus intenciones sean claras y su trabajo acucioso. Partiendo de allí, ya sabrá cada ciudadano cuál producto consume y cuál no.
El problema reside en el arte perdido de redactar y narrar bien; en las piezas de “investigación” que dan por bueno a un único punto de vista; en el uso mayoritario de fuentes dudosas o inexistentes; en la carencia de la autocrítica en la figura de un ombudsman; en el peso que se le da a las meras declaraciones; en el exceso de adjetivos y falta de datos; en omitir la molestia del contexto; en reporteros convertidos en recaderos de ruedas de prensa y en la glorificación estulta del periodista “comprometido” o “amenazado” que, al amparo de esas etiquetas, es absuelto de los anteriores o de peores vicios, encarando cualquier crítica con el grito de ¡censura!
Estas son las taras que joden nuestro ejercicio periodístico. Y en modo alguno son exclusivas de Televisa.
Twitter.@robertayque
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