Rubén Cortés |
30 Enero 2015. |
Los 43 estudiantes masacrados salieron vivos de la Normal. Ya no regresarán vivos, pero el Estado está obligado a condenar a todos los culpables del crimen… que no son sólo los 99 que están presos. Existe una duda razonable por la responsabilidad del director, José Luis Hernández, en el hecho de que los estudiantes, todos de nuevo ingreso, fueran directo a un matadero, dirigidos por jóvenes que no eran estudiantes. Éstos, El Cochiloco y Miguel Ángel Hernández, fueron señalados a los sicarios como los líderes del grupo por alumnos antes de ser asesinados. Pero Hernández asegura desconocerlos. Y ojo: esta duda no se debe únicamente a declaraciones de asesinos que vinculan al director con el envío de los estudiantes a Iguala, para sabotear el destape para alcaldesa de una integrante del Consejo Estatal del PRD, esposa, además, del hasta entonces alcalde perredista. Milenio, el diario que de manera más acertada ha seguido la pista de la relación del director con el caso, publicó una entrevista en la que éste afirma que en su escuela los estudiantes se mandan solos y “los directivos no tienen injerencia en las formas que ellos mismos determinan”. Lo anterior genera también una pregunta razonable: ¿Entonces cuál es la función de Hernández como director de la Normal Rural Isidro Burgos? Ubicada, por cierto, a 126 kilómetros de adonde fueron sus alumnos a sabotear un acto político y robar camiones. La respuesta del director a Milenio hace que huelguen comentarios: “Los estudiantes han alcanzado una autonomía, donde ellos, independiente de los maestros y de los directivos, plantean sus formas de avanzar en sus demandas, ahí no nos metemos”. La acusación de un asesino debe ser tomada con reservas, aunque sean cinco quienes relacionan al director con el caso. La más conocida es la de El Cepillo, del cártel Guerreros Unidos: que Los Rojos pagaron al director por enviar a estudiantes a hacer “desmadres” el 26 de septiembre. El capo de Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias, actualmente preso, declaró haber escuchado que el director Hernández permitió que integrantes de Los Rojos se infiltraran entre los estudiantes, que sería el caso de El Cochiloco y Miguel Ángel Hernández. Por todo lo anterior, el director Hernández se ha convertido para la justicia en “una persona de interés” y tendría que ayudar a esclarecer el caso, por mucho que diga que ni pinta ni da color en su escuela, por muy director que sea. La PGR lo invitó a declarar. Él dice que lo hará. En todo caso, al filósofo Hernández se le acabó la zona de confort de apoyar el eslogan de “vivos se los llevaron y vivos los queremos”. Ahora está obligado a responder… por qué salieron de su escuela. ruben.cortes@razon.com.mx Twitter: @ruben_cortes http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=246000 |
Desde hace tiempo, la PGR cuenta con elementos para llamar a declarar por los hechos del 26 de septiembre a José Luis Hernández Rivera, el filósofo, historiador y politólogo de 62 años, director de la escuela normal rural de Ayotzinapa. Solo el temor político explicaría que la Procuraduría no haya requerido a quien, al menos, sabría que sus estudiantes de primer ingreso iban al matadero en Iguala, y que mezclados entre ellos viajaban dos, si no es que tres jóvenes del grupo criminal Los Rojos.
La detención hace unos días de El Cepillo Felipe Rodríguez no le deja margen de maniobra a la PGR. La declaración de El Cepillo sería la sexta (El Chereje, El Pato, El Seco, El Jona y El Cochiloco) que refiere algún grado de conocimiento del director Hernández Rivera sobre lo que podría ocurrir cuando los rapados de Ayotzinapa arribaran a Iguala, capital de los Guerreros Unidos, para cumplir dos objetivos: estropear el evento del presidente municipal José Luis Abarca , y su esposa, María de los Ángeles Pineda, y robar camiones para las protestas del 2 de octubre.
En los juzgados federales primero y tercero de Matamoros obra, por ejemplo, esta declaración de El Jona:
“Entonces se hizo un solo montón humano, del lado izquierdo estaban los asfixiados y del lado derecho a los que se mató con un tiro en la cabeza. Los que quedaron vivos empezaron a decir que entre ellos había un hombre de apodo El Cochiloco que estaba vivo, quien venía al frente del grupo de muchachos, indicaron que eran estudiantes de Ayotzinapa y que El Cochiloco, quien era de los Rojos, estaba asociado con el director de la Normal de Ayotzinapa. Todos coincidían en señalar a El Cochiloco, quien era el culpable de que estuvieran ahí, mencionaron que todos los de primero de la normal los obligaban a raparse como una novatada, además de obligarlos a realizar protestas y marchas, y que entre medio de ellos se meten a gentes de Los Rojos” (causas penales 123/2014 y 1/2015).
José Luis Hernández Rivera, director de la normal desde septiembre de 2012, ha dicho que la del 26 de septiembre fue “la tragedia de mi vida, el holocausto, lo peor”. Y es probable que nada tuviera que ver con la masacre. Pero seis testimonios hilados fuerzan a preguntar ¿qué sabe de ese viaje suicida de 125 kilómetros al corazón de las tinieblas que emprendieron sus alumnos?
Hoy se cumplen cuatro meses de la masacre. Cuatro meses, también, de protección de la PGR a Hernández Rivera. Por mínimo prurito procesal tendría que citarlo ya.
Y para terminar de armar la narrativa.
La detención hace unos días de El Cepillo Felipe Rodríguez no le deja margen de maniobra a la PGR. La declaración de El Cepillo sería la sexta (El Chereje, El Pato, El Seco, El Jona y El Cochiloco) que refiere algún grado de conocimiento del director Hernández Rivera sobre lo que podría ocurrir cuando los rapados de Ayotzinapa arribaran a Iguala, capital de los Guerreros Unidos, para cumplir dos objetivos: estropear el evento del presidente municipal José Luis Abarca , y su esposa, María de los Ángeles Pineda, y robar camiones para las protestas del 2 de octubre.
En los juzgados federales primero y tercero de Matamoros obra, por ejemplo, esta declaración de El Jona:
“Entonces se hizo un solo montón humano, del lado izquierdo estaban los asfixiados y del lado derecho a los que se mató con un tiro en la cabeza. Los que quedaron vivos empezaron a decir que entre ellos había un hombre de apodo El Cochiloco que estaba vivo, quien venía al frente del grupo de muchachos, indicaron que eran estudiantes de Ayotzinapa y que El Cochiloco, quien era de los Rojos, estaba asociado con el director de la Normal de Ayotzinapa. Todos coincidían en señalar a El Cochiloco, quien era el culpable de que estuvieran ahí, mencionaron que todos los de primero de la normal los obligaban a raparse como una novatada, además de obligarlos a realizar protestas y marchas, y que entre medio de ellos se meten a gentes de Los Rojos” (causas penales 123/2014 y 1/2015).
José Luis Hernández Rivera, director de la normal desde septiembre de 2012, ha dicho que la del 26 de septiembre fue “la tragedia de mi vida, el holocausto, lo peor”. Y es probable que nada tuviera que ver con la masacre. Pero seis testimonios hilados fuerzan a preguntar ¿qué sabe de ese viaje suicida de 125 kilómetros al corazón de las tinieblas que emprendieron sus alumnos?
Hoy se cumplen cuatro meses de la masacre. Cuatro meses, también, de protección de la PGR a Hernández Rivera. Por mínimo prurito procesal tendría que citarlo ya.
Y para terminar de armar la narrativa.