Guillermo Velasco Barrera en MURAL 20 Nov. 2020
El presidente López Obrador ha sido errático e inconsistente en su relación con el Ejército mexicano. Si revisamos sus dichos respecto a las Fuerzas Armadas, estaríamos ante una suerte de esquizofrenia discursiva, que se ha hecho muy evidente tras la detención y posterior liberación del general Salvador Cienfuegos en Estados Unidos.
Durante la campaña presidencial del 2018, el hoy presidente de la República cuestionó severamente la Ley de Seguridad Interior que buscaba dar un marco jurídico a la acción de las Fuerzas Armadas contra la delincuencia, y advirtió de los riesgos de la militarización en el país.
Tiempo atrás acusó sin fundamento alguno al Ejército de haber participado en la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa y alentó la narrativa de diversos grupos de izquierda que exigían el ingreso a cuarteles militares, con el argumento de que era muy probable que los jóvenes normalistas se encontraran en alguno de dichos cuarteles.
Lo anterior se quedó en eso, en una narrativa que nunca exhibió prueba alguna contra los militares, pero sirvió para desviar la atención de la opinión pública de los verdaderos responsables y del verdadero móvil del levantamiento y asesinato de los 43 normalistas: una disputa a muerte por la plaza entre "Guerreros Unidos", vinculados con políticos perredistas muy cercanos a López Obrador, y el grupo de "Los Rojos", ligado a diversos movimientos guerrilleros.
Ya siendo Presidente, López Obrador matizó su postura respecto al Ejército y comenzó a posicionar el discurso de que el poder de las Fuerzas Armadas nunca más se utilizaría para reprimir, y con ese argumento permitió que muchos soldados fueran verdaderamente humillados por el pueblo "bueno".
Como eje central de su estrategia de seguridad, el Presidente creó la Guardia Nacional, lo que en realidad significó conformar una Guardia Pretoriana a su servicio, desplazando a militares de dilatada trayectoria y lesionando la institucionalidad de las Fuerzas Armadas. Para satisfacer las exigencias de Estados Unidos, miembros de la referida Guardia Nacional fueron enviados a impedir el paso de caravanas de migrantes a México, convirtiéndose en la práctica en el muro de Trump.
Y para congraciarse con las Fuerzas Armadas y buscar su incondicionalidad, el Presidente comenzó a implicar al Ejército en proyectos de gran calado que suponen inversiones millonarias y podrían significar jugosos negocios. La pretensión es corromper a mandos militares y comprar lealtades, tal y como lo ha hecho el régimen venezolano.
Pero en las últimas semanas, a pesar de la pretensión de control del Presidente, ha tenido lugar una tensión muy fuerte entre las Fuerzas Armadas y su comandante en jefe que podría tener consecuencias importantes. Tras la detención del general Salvador Cienfuegos, lo primero que atinó a decir el Presidente desde su "púlpito" mañanero fue que la detención del ex secretario de la Defensa mostraba la descomposición del régimen neoliberal y que había que limpiar a la Sedena de sus allegados.
No solo la detención de este alto mando militar, sino las declaraciones del Presidente, generaron conmoción y una gran indignación en muchos círculos del Ejército. El cierre de filas en torno al general Cienfuegos no se hizo esperar y comenzó de inmediato una estrategia militar con un potente equipo de abogados para liberarlo. Es posible que haya tenido más peso la presión de la milicia que la presión diplomática de Ebrard para lograr que la Fiscalía estadounidense retirara los cargos contra el ex secretario de la Defensa.
En todo caso, el general Cienfuegos ya está en su casa y seguramente no será tocado, existan o no elementos para detenerlo. El Presidente buscará presumir la eficacia diplomática de su gobierno para defender la soberanía, pero muchos militares se sienten agraviados por los dichos de López Obrador, tras la detención de una de las figuras más encumbradas en una de las instituciones con más prestigio en el país.
@gvelascob
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