Carlos Elizondo Mayer-Serra, 16 feb 2020 Mural.
AMLO es el gran distractor. Lo acepta con franqueza: "No quiero que los feminicidios opaquen la rifa [del avión]".
Preocupa su rechazo a no hablar de este horror: en 2019 llegamos a 1,006 feminicidios, 94 más que en 2018. En España, con una población de 46.6 millones (México tiene 129.2), en el 2018 hubo 289 asesinatos de hombres y mujeres.
El gobierno federal es el responsable último de proveer seguridad a los ciudadanos. Este gobierno con todo su poder no lo usa para enfrentar el feminicidio. No basta declararse luchador social y balbucear un enojado, condescendiente, improvisado y repetitivo decálogo contra el feminicidio, meros deseos sin acciones concretas.
AMLO no sólo nos quiere distraer. Él y su gobierno están distraídos en cosas irrelevantes como el avión presidencial.
En política, como en la vida, lo importante es evitar el primer error; después sólo queda administrar sus consecuencias. Es muy popular no usar el avión presidencial, pero es una tontería con múltiples ramificaciones.
La primera, organizar la logística de un Presidente amante de la turbosina. La segunda, el riesgo de usar avión comercial. Es irresponsable poner en juego la seguridad del jefe del Estado, vaya que su investidura se puede abollar así. La tercera, no aceptar el precio del avión en el mercado. Hoy cuesta más guardarlo que usarlo, y cada día se deprecia más. La cuarta, inventar salidas absurdas, como la rifa.
Cada nuevo capricho requiere usar la energía y el prestigio de muchos para solventar el deseo. La jefa de Gobierno de la CDMX ya había prometido condonar el impuesto local a premios y sorteos, siendo uno de los orgullos de AMLO haber prohibido en la Constitución la condonación de impuestos. Ya estaban los diputados de Morena, obsequiosos con el Presidente, dispuestos a cambiar la ley para poder rifar el avión, cuando alguien se dio cuenta que era imposible. Si yo hubiera comprado un cachito y ganado, ¿qué me llevaba: los baños o una turbina? Tardaron semanas en observar este "pequeño" detalle.
Tampoco funciona el sorteo en el que se gana un premio, no el avión. No se junta suficiente dinero dadas las promesas de AMLO. Se requiere otro financiador. La ocurrencia fue usar los dos mil millones de pesos, hábilmente recuperados por la FGR, lo cual hay que celebrar, de un sospechoso pago hecho por el Infonavit. La propuesta es depositarlo en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (gran nombre) y de ahí pagar, parece, los premios. Un detalle: ese dinero es del Infonavit. Desviar recursos es peculado. Ya se dieron cuenta, no sé cuál sea la ocurrencia para salir del enredo.
La cereza del pastel: con tantos cachitos en venta, el sorteo no es viable. El riesgo de no venderlos todos era una vergüenza intolerable. La solución: pasar la charola. ¿Se imaginan cómo le explica a su Consejo de Administración, un director de una empresa que cotiza en Bolsa, gastar recursos para comprar hasta 200 millones de pesos en boletos para un sorteo?
En este triste espectáculo se refleja el estilo personal de gobernar de AMLO. Todo está al servicio de su utilidad política inmediata. Las decisiones son unipersonales. En su círculo más cercano y en su gabinete se suelen enterar de la nueva ocurrencia en la Mañanera. El gobierno tiene que avocar sus energías a hacerle realidad su último capricho. Todos los recursos políticos gastados en la ocurrencia del jefe son recursos no gastados en atender los problemas del país, los cuales no hacen más que acumularse, como las mujeres asesinadas.
El empresario que compre sus boletos seguro espera un favor a cambio. El Presidente propicia esta expectativa no revelando además los nombres de los dadivosos. Por el otro lado todos estarán menos dispuestos a invertir en un país donde no se sabe cuál será la nueva ocurrencia de ese gran sultán en el que se está convirtiendo el presidente de los Estados Unidos Mexicanos.
@carloselizondom
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