Fernando Garcia Ramirez, 13 nov. 17 El Financiero.
Dentro de una semana se presentará el nuevo proyecto de nación de Andrés Manuel López Obrador. El responsable de elaborarlo es el empresario regiomontano Alfonso Romo, que en esta ocasión está apoyando a López Obrador, como antes apoyó a De la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo y Fox.
A un empresario oportunista –neoliberal, miembro del Opus Dei y Legionario de Cristo– encargó López Obrador que construyera la visión de futuro de su hipotética presidencia. Sorprende que hasta ahora la aguerrida base militante de Morena no haya dicho una sola palabra sobre el hecho de que AMLO le haya encargado la encomienda de pensar el mañana a quien está situado en sus antípodas ideológicas. Y es que en Morena no existe la posibilidad de disentir.
¿Qué clase de proyecto presentará Romo? No lo sabemos aún. Lo que sí sabemos es de dónde partió para elaborarlo. López Obrador le entregó su libro 2018: La Salida (Planeta, 2017) –el cual, según le confesó a empresarios, él no escribió sino sólo lo firmó y cobró sus regalías– al regiomontano porque éste contenía sus ideas sobre la situación del país y ofrecía sus remedios. Luego de leerlo, Romo se reunió con el tres veces candidato: “Le dije: tu diagnóstico de México es correcto, tu diagnóstico es muy bueno, pero las medicinas, con esas medicinas no va a llegar el paciente ni a la ambulancia” (Forbes, febrero 2017). Hasta ese momento ninguno de sus hombres más cercanos
–como el economista Rogelio Ramírez de la O– se había atrevido a decirle la verdad.
Luego de haber pasado por las manos de Romo, el nuevo proyecto de nación de Andrés Manuel será realista (es decir: lleva más de una década presentando un proyecto irrealizable), “con bases sólidas, sin loqueras”. Sin loqueras. ¿Por qué ninguno de los militantes de Morena, entre los que se cuentan varios economistas de izquierda, habían dicho en público que las ideas de AMLO eran “loqueras”? Mucho tiene que ver con el perfil autoritario del candidato. ¿Autoritario? ¿No es eso una exageración? Romo, que lo conoce muy bien, dice que “se parece más al colombiano Álvaro Uribe... Uribe es de derecha, paramilitar, ¿horroroso, no? Ninguno de los dos es tan horroroso” (El Universal 27/2/17). Pero insisto: ¿autoritario? Dice Romo: “Andrés es un hombre fuerte. Trump es un hombre fuerte. ¿Qué quieres, un fuerte o un débil?” En lo personal yo me inclinaría no por un “hombre fuerte” que conduzca al pueblo, sino por un demócrata que empodere a la sociedad. Pero cada quién.
A Alfonso Romo, que actualmente dirige una “compañía dedicada a producir marranos para que produzcan órganos para el humano”, le fue encomendado coordinar el nuevo proyecto de López Obrador. No habrá sido sencilla esa petición. En dos puntos centrales –la reforma energética y la reforma educativa– tienen posiciones encontradas, aunque Romo las minimice y diga que son apenas “matices en los que no estamos de acuerdo”. ¿Cómo conciliar la visión moderna que sobre la educación tiene Romo con el apoyo declarado de AMLO a la CNTE, que se opone a eliminar la herencia de puestos y al inglés en las escuelas? Y en lo energético, ¿cómo empatar los intereses que Romo ha manifestado de participar con inversiones en los esquemas de la reforma energética, con la intención manifiesta de López Obrador de revertir esa reforma? ¿No será, el proyecto coordinado por Romo, una estrategia de AMLO para tranquilizar a quienes temen sus “loqueras” económicas con un proyecto de tinte modernizador? Después de todo, hombres fuertes como Chávez aseguraron al empresariado de su país que su proyecto sería progresista, alentaría las inversiones y no se dedicaría a expropiar. Todos sabemos la devastación que causó Chávez en la economía venezolana.
Poco se sabe de la forma en que se trató de hacer compatible el neoliberalismo de Romo con la posición de los talibanes de izquierda que pululan en el equipo de López Obrador. Un atisbo de esto se dejó ver en una nota perdida en el vértigo de estos días: “La inversión en obra pública será uno de los pilares del programa de AMLO. La apuesta por la generación de empleos de infraestructura es una de las claves (...) AMLO propone crear un corredor comercial que una los puertos de Salina Cruz y de Coatzacoalcos a través de un tren. Pero, ¿cómo se financiaría este proyecto?” Romo y su equipo saben que sólo puede realizarse mediante “emisión de deuda o Asociaciones Público-Privadas”, mientras que los economistas de izquierda de Morena “consideran que México debe invertir desde el superávit de sus cuentas, sin salir a los mercados. También le escapan a la figuras de las APP, porque dicen que es generarle negocios a los privados cuando no hay necesidad” (La política online 17/4/17).
Alfonso Romo, para quien “la democracia no es cosa de cobardes”, presentará el próximo lunes la visión del mañana de “la izquierda”. Es de suponerse que las huestes morenistas agacharan la cabeza y acatarán lo que el líder les presente. Muy distinto debe ser el papel de la sociedad crítica que debe revisar con lupa ciudadana cada renglón de ese proyecto, a sabiendas de que quizá sólo se trate de un caballo de Troya para mantener tranquilos a los mercados y a la clase media expectante. Estaremos atentos.
¿Qué clase de proyecto presentará Romo? No lo sabemos aún. Lo que sí sabemos es de dónde partió para elaborarlo. López Obrador le entregó su libro 2018: La Salida (Planeta, 2017) –el cual, según le confesó a empresarios, él no escribió sino sólo lo firmó y cobró sus regalías– al regiomontano porque éste contenía sus ideas sobre la situación del país y ofrecía sus remedios. Luego de leerlo, Romo se reunió con el tres veces candidato: “Le dije: tu diagnóstico de México es correcto, tu diagnóstico es muy bueno, pero las medicinas, con esas medicinas no va a llegar el paciente ni a la ambulancia” (Forbes, febrero 2017). Hasta ese momento ninguno de sus hombres más cercanos
–como el economista Rogelio Ramírez de la O– se había atrevido a decirle la verdad.
Luego de haber pasado por las manos de Romo, el nuevo proyecto de nación de Andrés Manuel será realista (es decir: lleva más de una década presentando un proyecto irrealizable), “con bases sólidas, sin loqueras”. Sin loqueras. ¿Por qué ninguno de los militantes de Morena, entre los que se cuentan varios economistas de izquierda, habían dicho en público que las ideas de AMLO eran “loqueras”? Mucho tiene que ver con el perfil autoritario del candidato. ¿Autoritario? ¿No es eso una exageración? Romo, que lo conoce muy bien, dice que “se parece más al colombiano Álvaro Uribe... Uribe es de derecha, paramilitar, ¿horroroso, no? Ninguno de los dos es tan horroroso” (El Universal 27/2/17). Pero insisto: ¿autoritario? Dice Romo: “Andrés es un hombre fuerte. Trump es un hombre fuerte. ¿Qué quieres, un fuerte o un débil?” En lo personal yo me inclinaría no por un “hombre fuerte” que conduzca al pueblo, sino por un demócrata que empodere a la sociedad. Pero cada quién.
A Alfonso Romo, que actualmente dirige una “compañía dedicada a producir marranos para que produzcan órganos para el humano”, le fue encomendado coordinar el nuevo proyecto de López Obrador. No habrá sido sencilla esa petición. En dos puntos centrales –la reforma energética y la reforma educativa– tienen posiciones encontradas, aunque Romo las minimice y diga que son apenas “matices en los que no estamos de acuerdo”. ¿Cómo conciliar la visión moderna que sobre la educación tiene Romo con el apoyo declarado de AMLO a la CNTE, que se opone a eliminar la herencia de puestos y al inglés en las escuelas? Y en lo energético, ¿cómo empatar los intereses que Romo ha manifestado de participar con inversiones en los esquemas de la reforma energética, con la intención manifiesta de López Obrador de revertir esa reforma? ¿No será, el proyecto coordinado por Romo, una estrategia de AMLO para tranquilizar a quienes temen sus “loqueras” económicas con un proyecto de tinte modernizador? Después de todo, hombres fuertes como Chávez aseguraron al empresariado de su país que su proyecto sería progresista, alentaría las inversiones y no se dedicaría a expropiar. Todos sabemos la devastación que causó Chávez en la economía venezolana.
Poco se sabe de la forma en que se trató de hacer compatible el neoliberalismo de Romo con la posición de los talibanes de izquierda que pululan en el equipo de López Obrador. Un atisbo de esto se dejó ver en una nota perdida en el vértigo de estos días: “La inversión en obra pública será uno de los pilares del programa de AMLO. La apuesta por la generación de empleos de infraestructura es una de las claves (...) AMLO propone crear un corredor comercial que una los puertos de Salina Cruz y de Coatzacoalcos a través de un tren. Pero, ¿cómo se financiaría este proyecto?” Romo y su equipo saben que sólo puede realizarse mediante “emisión de deuda o Asociaciones Público-Privadas”, mientras que los economistas de izquierda de Morena “consideran que México debe invertir desde el superávit de sus cuentas, sin salir a los mercados. También le escapan a la figuras de las APP, porque dicen que es generarle negocios a los privados cuando no hay necesidad” (La política online 17/4/17).
Alfonso Romo, para quien “la democracia no es cosa de cobardes”, presentará el próximo lunes la visión del mañana de “la izquierda”. Es de suponerse que las huestes morenistas agacharan la cabeza y acatarán lo que el líder les presente. Muy distinto debe ser el papel de la sociedad crítica que debe revisar con lupa ciudadana cada renglón de ese proyecto, a sabiendas de que quizá sólo se trate de un caballo de Troya para mantener tranquilos a los mercados y a la clase media expectante. Estaremos atentos.
Twitter: @Fernandogr
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