martes, 9 de agosto de 2016

AMLO y Normales: jugar con fuego


Rubén Cortés
 
La táctica de diferir los problemas para acabar absorbiéndolos resultó siempre en la política en México hasta convertirse en un manual no escrito sobre una manera muy propia de hacer política.
Esta visión provoca que los involucrados en algún contencioso estiren siempre la liga todo lo posible, aunque conscientes de que romperla significa el fin del juego. Así que pocos se arriesgan a estirarla demasiado. Sólo casos como el de la maestra Gordillo.
Pero pocas veces como ahora esta táctica se ha puesto a prueba, con tantos frentes abiertos: casos de corrupción, insurgencia urbana de la CNTE y grupos de vándalos en el DF, paros de empresarios, violencia galopante, entidades copadas por el narco…
Un contexto de descomposición social en el que Morena, un partido político que se supone acepta el juego democrático, realiza un curso de “formación política” a 50 jóvenes con maestros de la guerrilla.
El Financiero publicó que, como parte de su estrategia político-electoral para las elecciones de 2018, el partido de AMLO envió a sus militantes de 15 a 29 años a recibir clases de personajes ligados al Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente, en Guerrero.
Además, el sector empresarial en Michoacán pidió al Gobierno federal cerrar las cinco normales del estado porque en esos planteles hay grupos guerrilleros preparando a los alumnos en tácticas de guerrilla.
Los estudiantes de estas escuelas se dedican a bloquear las calles, secuestrar a personas y, esta semana, quemaron camiones de pasajeros de las líneas “Parhikuni”, “Purépecha” y “Alegra”, tomaron vías ferroviarias, carreteras y casetas de cobro.
Durante los últimos 60 días, los normalistas de Michoacán se robaron 200 vehículos y los mantienen en zonas bajo su control en Arantepacua, Turicuaro y Carapan. Sólo en Morelia, se robaron 45 camiones.
Ambos, Morena y las escuelas normales, juegan con fuego, adaptados a jugar dentro de los límites que permite la táctica política de diferir los problemas para acabar absorbiéndolos, como ocurrió, por ejemplo, con elsubcomandante Marcos.
Porque adoctrinar a militantes de un partido político con guerrilleros es otra cosa, también lo es vivir toda la vida de robar vehículos y convivir con el crimen organizado, a lo cual ya llegaron los estudiantes de las normales en Michoacán y Guerrero.
En la de Ayotzinapa, en Guerrero, el cártel Los Ardillos intentó hace poco entrar a las instalaciones para secuestrar a cuatro estudiantes miembros de Los Rojos, porque muchos de los alumnos están involucrados con los cárteles de la droga.
Incluso en Ayotzinapa y yo. Anecdotario (Editorial Los Reyes), Jaime Solís Robledo, rector de Ayotzinapa, en 1999-2000, escribe sobre alumnos cayéndose de borrachos, peleas sangrientas, degradación sexual cotidiana, alcoholismo, riñas, robos y tráfico de mariguana.
“Las inasistencias a clases son sistemáticas. Las actividades académicas, deportivas y culturales, pasan a tercer plano, pues constantemente salen al apoyo masivo a cualquier movimiento de inconformidad, sea educativo o de otra índole”, escribe Solís.
Se trata de problemas acumulados en el último cuarto de siglo, a raíz de la transformación democrática del país, pero que el autoritarismo ya sea desaconsejable para resolverlos no significa que el Estado deba ser rehén de ellos.
Robar camiones, recibir cursos de guerrilleros para luego hacer campañas políticas al amparo de la democracia, colapsar aeropuertos, cerrar carreteras o dejar a dos millones de niños sin clases son problemas que no aguantan la táctica de diferirlos.
Si el término “violencia legítima” para resolverlos causa inquietud, digamos entonces que el Estado usa para ello todos sus recursos coercitivos, políticos y económicos.
El orden de los factores no altera el producto.
ruben.cortes@razon.com.mx
Twitter:
 @ruben_cortes
fuente: http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=317556

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