miércoles, 25 de noviembre de 2015

Asume AMLO la Presidencia de Morena como artimaña


Guillermo Vázquez Handall
 
La frase del químico Lavoisier para establecer la Ley de la Conservación de la Masa de que “la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma”, aunque en otro contexto, bien podría servir como analogía para explicar las estrategias de posicionamiento de Andrés Manuel López Obrador.
Andrés Manuel sigue siendo el mismo de siempre, no cambia en esencia aunque pareciera hacerlo en ocasiones, sólo se ajusta adaptándose a las circunstancias, como ejemplo de ello, el tabasqueño sorpresivamente ha asumido la presidencia formal de Morena, partido político de su creación y absoluta propiedad, cuando parecía que eso no era necesario y mucho menos parte del trazado de sus planes.
Primero, porque, por el carácter patrimonial, de la posesión incondicional que ejerce sobre el partido, esto le otorgaba la libertad de colocar como dirigente a quien él quisiera bajo su completa autoridad caciquil.
Con la intención de no tener que distraerse en la administración del instituto político y para tener la autonomía suficiente, para poder moverse libremente por todo el país en su campaña proselitista permanente.
Sin embargo, la reforma electoral promovida por el presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones, materialmente lo obligó a tener que hacerlo, a efecto de blindarse anticipadamente de sus efectos.
Esta reforma, entre otros aspectos, pretende limitar considerablemente su presencia en radio y televisión, mediante los spots que corresponden a Morena, ya que a partir de esta se considerarían actos anticipados de campaña.
Al ser presidente del partido, López Obrador podrá seguir apareciendo en ellos, de alguna manera justificando esa presencia en función de su cargo, eventualmente modificando los diálogos, pero al final de cuentas usando y aprovechando de igual forma el espacio publicitario.
De cualquier forma, el efecto de la coyuntura en principio le termina favoreciendo, porque independientemente del número de los spots, lo que él busca es la polémica al respecto, ya que desde su propia óptica ello lo reposiciona, no así el mensaje que envía en los mismos.
Ahora, López Obrador sumará a su larga lista una acusación más en su contra, mediante esa tendencia a la victimización de la que tanto ha echado mano.
En su discurso implicará que la reforma electoral fue diseñada ex profeso para limitarlo, que la intención de evitar su presencia en los medios de comunicación es una artimaña más de la mafia en el poder, como él cataloga a todas las fuerzas y grupos que no coinciden con su proyecto.
Independientemente del valor del precepto incluido en la propuesta de Beltrones, López Obrador no sólo podrá darle la vuelta con su asunción como presidente de Morena, sino que tendrá otro argumento más para utilizar en contra de sus contrincantes, en un esquema en el cual él es un sacrificado, el agraviado, lo que le permitirá, mantener la dinámica que ha venido desarrollando.
Desde este punto de vista, cualquier intento de ordenar el escenario del ámbito electoral, por lógico que parezca, siempre será una nueva oportunidad para López Obrador, para generar una discusión mediante la cual, más allá del fondo de la misma, él obtenga más publicidad.
Andrés Manuel es un experto en manipular y confundir, incluso su postura populista se entiende más que como una doctrina, como una herramienta para ofrecer todo aquello que, aún siendo imposible de cumplir, hace que parezca que el gobierno adopta una actitud mezquina en contraparte.
Porque en esencia, la irresponsabilidad de sus propuestas están motivadas en que no son realmente parte de un programa genuino de gobierno, sino simple y llanamente estrategias de campaña para ganar simpatías. López Obrador no ofrece soluciones viables, sino expectativas.
Lo que expone como soluciones disfrazadas de programa de gobierno, son esquemas orientados a generar el rechazo de los grupos sociales, sobre todo los que están en condiciones más precarias, directamente en contra del gobierno.
Incluso en contra de todos los partidos políticos, de forma que su oferta, más que convencer, desvirtué a los demás, es decir, que su intención está muy lejos de resolver los grandes temas de la agenda nacional, sino descalificar a sus rivales.
Por ello, este tipo de ordenamientos, lejos de ponerlo en orden como debería de ser, son, como apuntábamos, oportunidades que aprovecha para reaccionar, para explotar una condición que, aún carente de fondo, le sirve para mantener el interés de su clientela electoral cautiva.
Difícilmente estos argumentos le servirán para aumentar su rango de votación, pero sí al menos para preservar el margen con el que cuenta que, según sus cálculos y considerando que la próxima elección presidencial será muy reñida, le permitirá colocarse en posición competitiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario