martes, 10 de marzo de 2015

Carta dirigida a Marcelo Ebrard (el príncipe mendigo)

Carlos Alazraki
 

Marcelo:

De verdad que cada día me sigues sorprendiendo más.
Aunque sabía de antemano que ibas a terminar de coordinador de los diputados del gran partido mexicano Movimiento Ciudadano, nunca me imaginé que te agacharas tanto.
Sí, agacharte aunque sea con un partido de broma, para que continúes perteneciendo al circo político.
De verdad, Marcelo, qué mal te estás viendo.
Deberías tener un poco de más vergüenza.
Pero no la tienes.
Tus principios son muy extraños...
Primero el PRI, después te fuiste al PRD, hace dos meses le pediste limosna a Morena y no pudiste ser y por último te refugias en la broma de ese Movimiento Ciudadano.
Imagínate: de vivir en Las Lomas y pasar a la Roma, terminas en Bondojito.
Sí Marcelo, Bondojito.
¿Cómo es posible que no tengas ningún principio ético?
No te entiendo.
Siempre presumiste de ser ético.
Siempre te vendiste como el líder del siglo XXI.
Siempre te vendiste como el líder más ético, trabajador y honesto.
Y sin embargo...
Todo se te cayó.
El News Divine, la otra discoteca, el enorme fraude y chasco de la Línea 12 del Metro, la posibilidad de una tragedia con los pasajeros, la renuncia de tu candidatura a favor de Andrés Manuel.
La renta de los aviones privados a Las Vegas y a otros lugares por cortesía de los contribuyentes chicanos, como arreglaste —para bien— el barrio de tu casa.
Y así pudiera seguir nombrando tus errores gigantescos.
Pero lo que más me apantalla de ti son tus extraordinarias excusas para justificar tus errores.
Nunca has tenido la culpa en nada..
¡Nunca!
La culpa la tienen los otros.
Tratas de jugar al mártir al igual que Andrés Manuel cuando le fallan sus planes, y por supuesto te diría que te estás justificando como lo hace el retrasado mental del dictador venezolano Nicolás Inmaduro.
Ustedes tres nunca han tenido la culpa de nada.
Ustedes tres son siempre las víctimas.
Ustedes tres siempre son inocentes.
¡Siempre!
De verdad, Marcelo, ¡qué vergüenza!
Continuar una carrera política así, no siento que valga la pena.
Aunque te entiendo por tus ambiciones.
Pero, en fin, irte a ese partido de broma es tu decisión y es tu dignidad.
Tu decisión es comprensible y a la vez causa mucha pena.
Tu dignidad, más chica que un enano.
En septiembre te veré como diputado.
Ya te veré como coordinador de un partido de quinta.
Ya te veré cómo nadie te va a fumar en esa cámara.
Ya te veré haciéndoles la barba y pidiéndoles limosna a los diputados de los partidos que abandonaste.
Y, para el colmo, ya te veré frustrado por no ganar la presidencia en el 18. Creí que tenías más dignidad.
...Me equivoqué...
carlos@alazraki.com.mx

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