Macario Schettino
Esta semana ha sido particularmente grave en temas legislativos. Por un lado, una iniciativa para modificar la tercerización (outsourcing) que se pospone a febrero; por otro, el Senado aprueba la iniciativa de Ricardo Monreal para obligar al Banco de México a recibir dólares en efectivo, pero además anuncia otra para limitar las tasas de interés; en Diputados, se aprueban cambios a la Ley de Seguridad Nacional para limitar acciones de agentes extranjeros, y en ambas Cámaras es aprobada la reforma de pensiones, que incluye control de las comisiones que pueden cobrar las Afores.
Es muy difícil darle sentido al conjunto. Controlar tasas de interés y comisiones implica darle más poder al Estado, pero obligar a Banxico a recibir dólares en efectivo lo debilita. La reforma de pensiones busca mejores condiciones para los trabajadores, pero la de outsourcing producirá más informalidad. Los cambios a la Ley de Seguridad Nacional parecen berrinche contra la DEA, por la detención de Cienfuegos, pero meter al Banco de México a lavar dinero no ayuda mucho.
En suma, esto es un desorden total.
Espero que ya esté claro que López Obrador no tiene ningún plan para gobernar. Le interesa acumular todo el poder posible en su persona, y con ello transformar al país de forma milagrosa, sin saber ni en qué ni cómo. El caso es pasar a la historia como el cuarto gran transformador. Lo acompañan personajes de toda laya, y cada uno parece buscar su pedacito de gloria o fortuna: lavar dinero, humillar a los gringos, fortalecer sindicatos, debilitar empresarios. Una punta de ignorantes que se subió al caballo ganador, para cumplir desde el podio su sueño de décadas, el que haya sido.
Pero la suma de acciones sólo tiene un resultado: destrucción. Se pone en riesgo al Banco de México, se dice, porque 1% de las remesas que llegan al país lo hacen en efectivo, y nadie les quiere comprar sus dólares. En el extremo, por ese 1% se apuesta la pertenencia de México al sistema financiero global. Nadie querrá hacer negocios con un país cuyo banco central lava dinero. Se pone en riesgo el funcionamiento del sistema de pensiones, porque el tope a las comisiones destruirá la competencia, y con ello reducirá la calidad de las Afores actuales. Se pone en riesgo el empleo de 5 millones de mexicanos, porque los abusos en la tercerización quieren utilizarse como ejemplo de cuán malos son los empresarios, así en general. Se pone en riesgo la colaboración con Estados Unidos, para demostrar que aquí ningún agente extranjero va a venir a investigarnos, que para eso somos muy soberanos.
Como puede ver, muchos riesgos, ganancias pírricas. Y los riesgos se actualizan de inmediato, mientras las ganancias, minúsculas, tal vez nunca existan. Ya tendremos a las agencias estadounidenses pidiendo aclaraciones, para saber si eso de expulsar a la DEA y poner a lavar dinero al Banco de México es una estrategia nacional; ya tendremos a las empresas extranjeras pidiendo aclaración acerca de a quiénes pueden contratar y cómo, o si mejor se instalan en Arizona o Texas. Y tal vez tengamos algunas Afores vendiendo su cartera para buscar mejores horizontes en cuestión de semanas.
Cualquier persona medianamente informada, viendo las decisiones de sólo esta semana, coincidirá con esta columna: esto es un desorden, producto de un narcisista megalómano acompañado de inútiles resentidos. Si alguien lo percibe de forma distinta, y le encuentra un sentido superior a la “agenda legislativa”, suplico me informe.
No puedo recordar un momento similar en la historia nacional. El loco guiando a los ciegos en este invierno de nuestra desgracia, y que don Guillermo me perdone. No van a dejar nada en pie.
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