Guillermo Velasco Barrera
en MURAL
31 Ene. 2020
Se combinan en el ambiente diversas sensaciones en virtud del momento político que vivimos: incertidumbre, hartazgo, miedo, rencor, esperanza, confianza, en fin, toda una gama de estados de ánimo y actitudes, muchas de las cuales, evidentemente, tienen que ver con la postura que tenemos frente al gobierno que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Hay quienes piensan que caminamos de forma inexorable hacia una dictadura, y quienes están convencidos de que el nuevo gobierno federal representa una alternativa real de cambio, en la que se acabará la corrupción, la desigualdad y la violencia. Entre estos extremos existen muchos matices: posturas críticas al Presidente, pero reconocimiento a algunas de sus acciones; o cuestionamientos a la 4T, pero con una expectativa positiva respecto al futuro del país.
Ahora bien, más allá de percepciones que emanan muchas veces de encuadres ideológicos, preferencias partidistas, valores determinados y un sinfín de circunstancias que condicionan nuestra visión del mundo, existen indicadores concretos y puntuales que dibujan la realidad por la que atravesamos.
Dichos indicadores exhiben, entre otras cosas, una inseguridad creciente, nulo crecimiento económico, baja calificación de la reputación crediticia de México, caída de inversiones y desabasto de medicamentos. Pero también exhiben solidez y autonomía del Banco de México, estabilidad del peso frente al dólar y confianza de los mercados tras la reciente aprobación del T-MEC.
Si bien en lo político las valoraciones se vuelven más complejas y subjetivas, hay señales claras de intromisión del gobierno en las instituciones. El ejemplo más palpable es la CNDH, desmantelamiento de programas gubernamentales de administraciones anteriores a pesar del beneficio que representaban para la sociedad, presupuesto con criterios electorales, desprecio a las voces discrepantes y verticalidad e intransigencia en el ejercicio de gobierno.
Pero en todo caso, el Presidente goza aún de una amplia popularidad en diversos sectores de la población, a pesar de que muchos de estos sectores se han visto afectados severamente por los errores y omisiones del gobierno. Sigue pesando la narrativa de López Obrador señalando culpables y exacerbando el rencor social, lo que no resuelve los problemas de las personas, pero mantiene en pie de guerra a su base electoral. Algo que hay que destacar positivamente es la estrategia de comunicación de la 4T.
Pero a pesar de la popularidad del Presidente, parece que crece el desencanto y la preocupación por el rumbo que toma el país, y existen dos preguntas recurrentes ante las decisiones que está tomando López Obrador: ¿Qué va a pasar en México y qué podemos hacer los ciudadanos para participar activamente?
Me quedo con la segunda interrogante, la cual interpela incluso a aquellos que aprecian algunas cosas positivas en la gestión del actual gobierno federal, pues no se trata de ir contra el Presidente, sino de participar de forma activa para construir un mejor futuro. Tomando como referencia el maravilloso libro Sobre la tiranía: Veinte lecciones que aprender del siglo XX, de Timothy Snyder, sugiero cinco acciones concretas para el momento que vivimos:
1. Cuidar a las instituciones, cada quien en su ámbito de acción puede velar por la salvaguarda de la institución que le sea más cercana.
2. Discrepar, disentir y proponer: no quedarnos nunca callados ante lo que consideramos arbitrario o injusto, a pesar de narrativas que buscan imponerse.
3. Sumar con otros, encontrar los puntos de coincidencia por encima de las diferencias.
4. Participar activamente en política, en el corto plazo lo más importante es lograr contrapesos en el Congreso en las elecciones de 2021.
5. Abrazar alguna causa ciudadana. La verdadera transformación se gestará desde la sociedad.
La otra posibilidad es quejarnos, enviar memes o comprar nuestro cachito para la rifa del avión presidencial. ¡Hasta el próximo viernes!
@gvelascob
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