ENRIQUE QUINTANA, EL FINANCIERO, 7 DIC. 17
Uno puede tener todas las diferencias del mundo con López Obrador, pero no puede dejar de reconocer que es un político de esos que ya no hay.
Dotado de una gran intuición que percibe las cosas como con un sexto sentido, AMLO nos hace recordar a personajes como Alfonso Martínez Domínguez, Luis Echeverría o Adolfo Ruiz Cortines, por citar sólo algunos personajes de la historia política mexicana.
Desde hace un par de meses, el todavía presidente de Morena reveló en un video que, de acuerdo a la información que tenía, Meade sería el candidato presidencial del PRI.
Más allá de creerlo, la intención de golpearlo era muy obvia.
Los ataques personalizados continuaron, llegando al nivel del insulto.
Ayer que El Universal publicó una encuesta de Buendía Laredo, volvió a la carga en su Twitter:
“Se los dije, estaba mejor Chong. Hoy se confirma con la encuesta de El Universal, Meade está en tercero. Por más que EPN, Salinas, Fox, Cienfuegos, el almirante, Claudio X, etc. etc. lo inflan, no hace ni burbuja. Todavía están a tiempo y es de sabios cambiar de opinión”.
Ni los más ingenuos pensarían que AMLO está interesado en que el PRI tenga un mejor candidato.
Es obvio que AMLO tiene un rechazo absoluto y casi paranoico a la candidatura de Meade.
Es elemental que si fuera tan irrelevante como AMLO quiere hacerlo creer, no le hubiera dedicado ni la quinta parte de la atención que le ha puesto en las últimas semanas.
Respuestas como las anteriores parecen indicar que el presidente Peña no se equivocó en su selección.
Intuitivo como es, AMLO sabe que si hay un candidato que le puede ganar, es precisamente Meade.
¿Por qué? ¿Que no se trata de un tecnócrata insensible que ni siquiera tiene el respaldo del que algunos llaman ‘el PRI profundo’?
López Obrador tiene una narrativa de campaña que se ajusta a un priista convencional. Y está incómodo cuando se trata de un ‘no priista’. Tendrá que destinar parte de su discurso a hacer ver que se trata de un ‘priista embozado’, lo que le implica desperdiciar municiones.
Pero quizás, el mayor de los problemas es que no le va a funcionar el discurso de la corrupción.
Nuevamente va a tener que ser elíptico y tendrá que acusar al candidato del PRI de haber sido parte de un gobierno en el que hubo corrupción, lo que ya no es tan efectivo como cuando hay una acusación directa.
Pero además, por si algo faltara, resulta que Meade sí tiene ideas y propuestas. Es estructurado y puede ser muy crítico.
En otras palabras, un cambio completo del script.
Por eso el virtual candidato de Morena ha andado como chivo en cristalería. Hay quien piensa que ha sido para atraer la atención. No lo creo.
López Obrador no requiere atraer reflectores: lo conoce el 95 por ciento del electorado. Lo que requiere es generar más simpatías, y propuestas tan disparatadas como la de la amnistía a los capos, no le funcionan. Más bien lo exhiben y desacreditan.
La incomodidad evidente que Meade le despierta a AMLO es como la de aquellos peleadores que se salen por completo del estilo del contrincante, al que no pueden acomodarle los golpes que están acostumbrados a dar y que son los que dominan y les han dado triunfos.
¡Vaya!, y López Obrador, de paso, alienta el ‘fuego amigo’ contra Meade, por si aún hubiera quienes estuvieran rumiando su resentimiento y frustración.
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