4/DIC/17 Jorge Fernández Menéndez.
No es la primera vez que López Obrador interrogado sobre qué hacer para recuperar la seguridad habla de Paz, amor y de otorgar una amnistía a los narcotraficantes. Lo dijo en la campaña del 2006 y del 2012. En ambas tuvo respuesta de los grupos criminales: candidatos suyos pudieron hacer campaña en distritos vedados para otros candidatos e incluso para representantes del entonces IFE, sobre todo en Guerrero. Fue notorio el activismo en su favor en entidades como Tamaulipas, por parte, sobre todo, de los grupos relacionados con Osiel Cárdenas.
En esas campañas Andrés Manuel tuvo el apoyo implícito de los grupos criminales, como lo tendrá ahora no sólo por la propuesta de declarar una amnistía sino también porque su propuesta de seguridad pública omite cualquier alternativa de lucha contra el crimen organizado, retira al ejército y la marina de esas responsabilidades y deja el terreno libre para la operación de los grupos criminales.
Pero el tema va más allá de la irresponsabilidad manifiesta que siempre ha tenido el candidato de Morena en estos temas (durante su periodo en la Ciudad de México la inseguridad se disparó hasta niveles inigualables, muy superiores al día de hoy y su respuesta fue que era una queja de los pirruriscapitalinos), llega también al ámbito ideológico.
Para López y quienes actúan como sus usinas de pensamiento, como Epigmenio Ibarra, el narcotráfico y la violencia que de él se deriva, debe ser tratado como si habláramos de una guerrilla opositora al gobierno. Por eso plantean negociar con él y López Obrador insiste una y otra vez en que se trata de una lucha del pueblo contra el pueblo. Epigmenio suele presentar de la misma forma el tema en sus novelas, como Ingobernable, donde no hay diferencias entre los narcotraficantes, los fayuqueros, la guerrilla, la oposición.
Hay medios cercanos a estos grupos que venden la idea, una y otra vez, de que los desaparecidos son un símil de los miles de desaparecidos que ocasionaron las dictaduras militares de los años 70 en Centro y Sudamérica, sobre todo en Argentina, obviando el hecho elemental de que aquella fue una brutal estrategia de Estado contra sus opositores políticos y que la enorme mayoría de los desparecidos en México son personas eliminadas por los grupos criminales en guerra, sobre todo, con otros grupos criminales, y son también, muchos, hombres y mujeres que simplemente pagaron con su vida no haber pagado chantajes o rescates de secuestros realizados por los propios grupos criminales.
Los narcotraficantes a los que quiere amnistiar AMLO, no tienen bandera política o social alguna más allá de sus negocios y la acumulación de dinero y poder, a través de la violencia, la corrupción, la intimidación. Resulta absurdo que López Obrador se diga un luchador contra lo que llama la mafia de poder y sea tan indulgente con la mafia a secas.
Los personajes a los que López Obrador quiere indultar (una forma de acceder a sus recursos y apoyos) son genocidas: son criminales que han acabado con la vida de miles y miles de mexicanos y lo han hecho simplemente por hacer negocio. Son criminales que en la mayoría de los casos no sólo introducen drogas en otros países (en Estados Unidos los opiáceos han causado 60 mil muertes este año) sino que también las venden entre nuestros hijos. Son miles los jóvenes mexicanos muertos por consumir drogas o por sus secuelas. Son criminales que se dedican también al secuestro, a la extorsión, al huachicoleo, que roba miles de millones al patrimonio público, que son el principal factor de corrupción del país.
Nunca, ninguna democracia del mundo ha hecho un pacto o una amnistía como la que propone López Obrador con los grupos criminales. Lo ha hecho pero no de forma pública, el gobierno de Vladimir Putin con sectores de la mafia rusa que terminaron unificados en los hechos con los principales grupos de lo que fue la KGB (por cierto, ¿han visto qué bien trata el órganos oficial de Putin, el Rusia Today a López Obrador?)
Fox decía que la amnistía con los narcos podía ser similar a la que se realizó en 1994 con los zapatistas. Gente del entorno de López dice que ahí está el ejemplo del acuerdo de Colombia con la FARC. Olvidan que más allá de que ambos grupos tuvieron algún contactos (muchos en el caso de las FARC) con el crimen organizado, en esencia eran, son, grupos políticos, guerrillas con una ideología compartible o no, pero con objetivos políticos. Por eso se podía y debía dialogar con ellos, y por eso se pudo llegar a acuerdos. Por cierto, en Colombia lo más complejo fue deslindar de los acuerdos a grupos de las FARC que se habían involucrado tanto en el narcotráfico que ya, simplemente eran parte de él. Esos grupos despojados ya de cualquier bandera ideológica siguen trabajando para quien siempre lo hicieron, los criminales.
La campaña y la propuesta de López Obrador está destinada a abrir el camino a los criminales, no a cerrárselo. No se trata de analizar estrategias que pueden ser más o menos acertadas para combatir el crimen, sino de rendirse ante el él para incorporarlo a una lógica de gobierno, como hicieron en su momento Putin (el que más éxito tuvo en ello), pero también los gobiernos de Cuba y sobre todo de Venezuela.
No se trata sólo de la amnistía a los narcotraficantes, sino también de la intención de desmantelar toda la institucionalidad de seguridad en el país: al ejército y a la marina los califican de represores y de perpetrar masacres; no quieren una ley de seguridad interna ni ninguna norma que permita darle un curso legal a la lucha contra los criminales. La suya, en estos temas es, simplemente, una estrategia criminal más, de una irresponsabilidad e ignorancia inaceptables.
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