jueves, 10 de febrero de 2022

Nos vemos en 2024

Jorge Suárez-Vélez en MURAL

10 Feb. 2022

Una vez más, AMLO ganó incluso antes de que el proceso de revocación ocurra. Ganó porque en medio de un enorme escándalo de tráfico de influencias en el que su hijo está hasta las narices, de una recesión económica, de una brutal crisis de inseguridad y con más de 600 mil muertos por la pandemia, nos tiene discutiendo si debemos o no ser patiños en su carpa; después de que arrolló al Congreso, como era de esperarse, y a la Suprema Corte, como era de temerse.

Llama la atención que alguien crea posible quitar, mediante revocación, a un Presidente razonablemente popular, que tiene un megáfono diario amplificado por medios aterrados de incomodarlo, por lo que no le darían espacios simétricos a una oposición organizada (aunque la hubiera); en un proceso amañado de saque, al negarle al árbitro imparcial las herramientas necesarias para validarlo y, sobre todo, cuando el Presidente jamás ha reconocido una derrota en una larga carrera política, en la que ha llegado a perder por mucho.

Si AMLO perdiera, diría que el proceso estuvo maleado y lo usaría como excusa para arremeter contra el INE. Es lo que hizo Chávez en Venezuela cuando perdió un proceso similar. Sabemos cómo acabó esa película. Si perdiera y reconociera, en un milagro que haría nimio al del Tepeyac, él elegiría a su sucesor, pues las bancadas de Morena seguirían sus órdenes. AMLO no institucionalizó a su partido precisamente para eso, para tripularlo cuando le plazca. Quizá ese escenario le permitiría ser la mano que mece la cuna mucho más allá del final del sexenio, en un nuevo Maximato.

Un proceso de revocación tiene sentido si es solicitado por la ciudadanía, no por quien detenta el poder. ¿Por qué lo quiere? Además de distraernos, puede ser la forma para justificar barbaridades durante lo que resta del sexenio, a partir del nuevo mandato revalidado "por el pueblo", máxime si fuese vinculante (si lograra que participe más de 40% del electorado).

AMLO, como sus predecesores, fue electo por seis años. Al final de éstos, tendrá que rendir cuentas, enfrentando un proceso electoral organizado, donde los partidos hacen campaña en condiciones más o menos parejas, y éste es supervisado por un árbitro creíble. En este siglo, ha habido alternancia en 3 de 4 elecciones presidenciales. El proceso electoral funciona y, si bien no garantiza que los mejores lleguen al poder, al menos nos da herramientas para que los malos se vayan. Las democracias plebiscitarias son pésima idea. Arrollan a las minorías e imposibilitan que el gobernante pueda enfocarse en proyectos de largo plazo. Entrampan a los gobernantes en procesos electorales perennes.

Dejemos de hablar sobre la revocación. Señalemos mejor los terribles errores y el funesto legado que dejará esta administración. Lo peor está por venir. Descubriremos más corrupción, las obras faraónicas serán un desastre, Pemex seguirá en caída libre y el fuego amigo arreciará en un partido sin la disciplina para una sucesión ordenada.

Concentrémonos en presentar un frente unido en 2024. Defendamos al INE con toda el alma, para asegurar un proceso electoral inobjetable. Si el gobierno les quita el fondeo, hagamos un fideicomiso privado para que tengan los recursos necesarios para cumplir la ley. Asegurémonos de que los electores tengan su credencial al día. Esto será indispensable porque el narco operará, otra vez, a favor de Morena, y la operación clientelar será descomunal. Como ya se probó en la victoria de la oposición en la Ciudad de México, cuna de Morena, podremos anular el acarreo si logramos muy alta participación.

Evidentemente, no hay que participar en la revocación y menos aún anular el voto, lo cual sería doble daño pues la participación aumenta y ni siquiera se registra un voto en contra. Ya no sé si me conmueve o me preocupa la inocencia de quienes creen posible revocar el mandato, como si el piso fuese parejo, y como si fuese un esfuerzo honesto por escuchar al pueblo.

El respeto a la democracia empieza por respetarnos a nosotros mismos como electores, negándonos a participar en farsas.

 

@jorgesuarezv

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