Guillermo Velasco Barrera en MURAL 08 Oct. 2021
La alianza Va por México, conformada por PAN, PRI y PRD para competir contra Morena en las pasadas elecciones, duró lo que al triste la alegría. No hay novedad en este desenlace, pues las señales de alineación del tricolor con la 4T han sido constantes y evidentes.
La posición que perfila el PRI con relación a la contrarreforma eléctrica propuesta por el Presidente será no solamente una señal más de su reencuentro con Morena, sino el principio del rompimiento de una alianza coyuntural, sin bien efectiva en términos electorales, absolutamente efímera.
La reforma a la ley eléctrica propuesta por López Obrador representaría una verdadera desgracia para el país, no sólo por la afectación al medio ambiente, sino por el impacto negativo que tendría en materia económica al desalentar la inversión, destruir empleos e incrementar el precio de la luz, afectando a todos los mexicanos, especialmente a los más pobres.
La aprobación de la propuesta presidencial en materia eléctrica representaría, además, un premio a la ineficacia, favorecería los monopolios, rompería acuerdos internacionales para la preservación del medio ambiente y nos convertiría en una nación cada vez menos productiva. Pero lo más importante, representaría un duro golpe para la economía de las familias mexicanas.
Ahora bien, sin dejar de lado estas graves consecuencias, vale la pena detenerse un poco en el rejuego político que representa para las pretensiones políticas del Presidente con miras a las elecciones del 2024 y para el futuro político del PRI, como un partido bisagra, cuya esencia ha sido el pragmatismo para estar en el poder.
El PRI apoyó la reforma eléctrica de Enrique Peña Nieto, algunos priistas quizá convencidos de su contenido, pero en su mayoría lo que primó fue la subordinación al Presidente en turno. Pero este mismo partido, cuando percibió que López Obrador era imparable en el 2018, cerró filas con el entonces candidato de Morena. Es cierto que no podemos hablar de un PRI homogéneo, pero amplios sectores de este partido se subieron al "carro ganador", no sólo para lograr espacios de poder, sino en muchos casos para garantizar impunidad.
A estas alturas del sexenio, el Presidente requiere nuevamente el apoyo de sus amigos, y el PRI requiere levantar cabeza si aspira a ser una fuerza política relevante en los próximos años. No hay que olvidar que, antes de la elección del 2024, se disputarán en 2022 y 2023 algunas gubernaturas, varias de ellas que hoy son del PRI. La más relevante es la del Estado de México, un bastión clave para el "Primor" con miras a la pelea por la Presidencia.
El Presidente requiere, no solamente sacar adelante su reforma eléctrica para proteger intereses creados en torno a este sector, hoy entregado a Manuel Bartlett, sino también ampliar su fuerza política en varios estados que hoy no controla y en donde Morena no tiene estructura o está dividido. Frente a este escenario, el PRI se vuelve su mejor socio. Se conocen, se necesitan y, en última instancia, tienen el mismo ADN.
Y si bien esta alianza puede no ser perfecta, dado que existe un sector del PRI que no se pliega a su dirigente nacional, "Amlito", perdón, "Alito", el Presidente buscaría en todo caso romper la alianza tripartita para tener una oposición lo más atomizada posible con miras a la elección del 2024. Creo que representaba una gran ingenuidad pensar que la alianza Va por México se mantendría unida, no solo para frenar reformas perjudiciales para el país, sino para intentar derrotar a Morena en las próximas elecciones.
El Presidente tiene muy claras sus prioridades y actúa en consecuencia. La oposición tendrá que replantear su estrategia, especialmente el PAN, que es la segunda fuerza política en el país. Su mejor alianza sería con la sociedad, si en verdad se abriera a la participación de los ciudadanos. Hasta ahora la prioridad de su dirigente nacional ha sido su reelección.
@gvelascob
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