jueves, 18 de febrero de 2021

La protesta por las vacunas por parte de la 4T.

Pablo Hiriart

MIAMI, Florida.- Gobernar abarca muchos campos, pero quizás el esencial radica en cómo recaudar y en qué gastar el dinero.

Este recordatorio de una obviedad es pertinente ahora que la representación de México en el Consejo de Seguridad de la ONU protesta por la forma inequitativa del reparto de vacunas contra el Covid.

“La están acaparando 20 países”, dijo el canciller Ebrard.

El gobierno de México, en uso de sus facultades soberanas, ha decidido gastar en lo que llama 'el rescate de la industria petrolera'. Durante el año pasado Pemex perdió 761 mil millones de pesos.

Sumado al año previo, el gobierno de México ha perdido un billón 200 mil millones de pesos en Pemex.

El Congreso mexicano, electo democráticamente, lo ha permitido. Y la población, mayoritariamente, apoya a su gobierno. No hay nada qué discutir. El gobierno está en todo su derecho de desperdiciar, en un año, 761 mil millones de pesos.

Ha sembrado sus recursos en petróleo y ha cosechado pérdidas estratosféricas. Asunto suyo y de la mayoría que le apoya.

Alemania y otros países sembraron en ciencia y cosechan vacunas.

Para el gobierno de México el rescate de la industria petrolera es considerado un asunto de seguridad nacional.

Y para Merkel y otros gobernantes, el Covid es su tema de seguridad nacional.

Cuestión de enfoques, de prioridades.

Alemania decidió invertir una cantidad –comparativamente ínfima respecto a las pérdidas de Pemex– en apoyar a científicos para obtener una vacuna contra el Covid y lo logró.

La entonces mediana empresa BioNTech, un laboratorio propiedad de dos migrantes turcos, obtuvo de la señora Angela Merkel un apoyo de 375 millones de euros.

Cuando descubrieron la vacuna contra el Covid, se asociaron con la estadounidense Pfizer para producirla en grandes cantidades, y a la vez diseñar sistemas de refrigeración para el producto.

El gobierno de Estados Unidos decidió invertir 10 mil 790 millones de dólares en el desarrollo y producción de vacunas en seis farmacéuticas, y acertó en dos: Pfizer-BioNTech y Moderna.

Ninguna de esas cifras se compara con lo que pierde Pemex, por decisión soberana de su gobierno y del Congreso.

Alemania invirtió en investigación y cosechó las vacunas que van a salvar al mundo.

Estados Unidos invirtió en desarrollar en serie la producción y las cadenas de almacenamiento del producto, y obtiene vacunas para un buen número de sus habitantes.

México, con todo su derecho, prefirió perder 761 mil millones de pesos, tan sólo el año pasado, en 'rescatar Pemex' y no lo consiguió.

Si en lugar de recortar presupuesto a la ciencia, maltratar a los médicos especialistas y ofender a los científicos –los llamaron porfiristas–, se les hubiera apoyado, otra sería la situación.

Todo el programa de apoyo económico a laboratorios en búsqueda de la vacuna contra el Covid –desde enero del año pasado– le costó a Alemania 750 millones de euros.

Esa cantidad destinada a la investigación y búsqueda de una vacuna contra el virus, equivale a sólo nueve días de pérdidas del gobierno mexicano en Pemex.

BioNTech recibió del gobierno alemán, para su gran hallazgo, el equivalente a 3.7 días de pérdidas de Petróleos Mexicanos.

Hay que insistir, si el gobierno de México quiere tirar el dinero a razón de 100 millones de dólares diarios (así ha sido en los últimos 12 meses), puede hacerlo.

Pero vamos a la pregunta central: ¿tiene derecho el gobierno mexicano a acusar de acaparadores a los países que invirtieron en ciencia y obtuvieron la vacuna?

Mientras en México las autoridades se burlaban del virus, decían que eran de una raza inmune, que se combatía con amuletos, apostaban por la “ciencia colaborativa” (¿?) en lugar de la “ciencia neoliberal”, y quemaba su dinero, el gobierno de la señora Merkel empujaba por las vacunas.

¿No tienen derecho los alemanes a vacunarse primero, con su producto?

Estados Unidos, con todo y su disparatado presidente, invirtió en desarrollo y producción de vacunas (menos de la tercera parte de lo que Pemex perdió el año pasado, por decisión del gobierno mexicano).

¿No tienen derecho a vacunarse ellos primero, porque hicieron lo correcto con su dinero y lograron el producto?

Biden ha invertido más recursos que Trump en vacunas y solicitó dinero adicional al Congreso para producir aceleradamente 200 millones de dosis más, que deben estar listas en verano y así concluir la tarea con los adultos.

Desde luego que hay una falta de solidaridad flagrante hacia los países pobres al no donarles vacunas las naciones que tienen más.

Pero México no es un país pobre. Según la ONU, es país de ingreso medio-alto, y tiene dinero para gastarlo y perderlo a manos llenas.

Pemex ha perdido, en un año, más dinero que lo invertido por Alemania y Estados Unidos juntos en la investigación del Covid, la producción de vacunas y los sistemas de almacenamiento y distribución.

Las vacunas no fueron su prioridad. Entre los países latinoamericanos de ingreso medio-alto, los individuos que han recibido una vacuna por cada 100 habitantes, Chile tiene 3.2, Brasil 1.7, Costa Rica 0.9, Argentina 0.7 y México 0.5 (Washington Post).

Que proteste Haití. A ese país auténticamente pobre de las Antillas sólo llegan los aviones de Estados Unidos cargados con deportados.

Afortunadamente, la OMS llevará a los países pobres, antes de fin de año, 2 mil millones de vacunas. Irán a las naciones que carecen de dinero para comprarlas.

¿Y el gobierno de México es el que protesta?

Lo que se tiró en un año en Pemex, 761 mil millones de pesos de pérdidas netas (resultado que queda después de todos los ingresos, menos todos los gastos y ya pagados los impuestos y amortizaciones), alcanzaría para construir más de 700 hospitales de alta especialidad. O 7 mil 600 millones de dosis de vacunas contra el Covid, suficientes para vacunar a México y, solidariamente, a todos los pobres del mundo.

Pero gobernar es, fundamentalmente, decidir en qué se gasta el dinero.

Y el gobierno de México decidió tirarlo, en lugar de invertir en ciencia e investigación.

¿Qué reclama, entonces?

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