jueves, 17 de octubre de 2019

Sí es una nueva etapa

Macario Schettino, El Financiero, 17 octubre 2019.

Alrededor de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, esta columna ofreció dos entregas llamando la atención acerca del fin de la etapa democrática de México. Unos días antes, preocupado por la configuración del Congreso; unos días después, alarmado por el discurso de toma de posesión.

Hoy creo que ya podemos asegurar que la etapa democrática ha terminado. Eso significa la alteración de las reglas con las que se administra el poder. Esta nueva etapa, cuyo inicio creo que podemos fechar con el triunfo del actual gobierno, será algo diferente, pero no una democracia liberal.

Como usted recuerda, la idea política que avanza en el mundo es otra cosa. Se separan los dos términos, y se arguye que el liberalismo es negativo. Para denostarlo, se le llama 'neoliberalismo', pero en realidad lo que se busca es acabar con la idea esencial de que todos somos iguales, para poder dividir al mundo en dos, buenos y malos, y con ello no sólo alcanzar o mantener el poder, sino forzar una redistribución a favor del propio grupo.

En todas las ocasiones en que esto ha ocurrido (en el mundo), el grupo que se define como bueno intenta subordinar al otro, extraerle recursos y, en el extremo, aniquilarlo. Ocurrió hace siglos usando a la religión como excusa, dos siglos después a la naturaleza (el buen salvaje), y en el siglo pasado, utilizando a la clase social como referencia. En los tres casos, el pueblo era bueno, porque así es siempre.

Ahora la definición de pueblo es un poco más complicada. Parece tener que ver con características de identidad: color de piel, preferencias, religión. Así es en el mundo entero, pero varía en cada lugar. En Estados Unidos, por ejemplo, el color de los buenos es el blanco, pero aquí es el de los malos. Allá y acá, y en Brasil y El Salvador, la religión de los buenos es evangélica. En todas partes, al destruir al liberalismo (igualdad esencial de los seres humanos, libertades amplias) avanza la 'democracia iliberal'.

Se trata de un sistema en el que las elecciones siguen ocurriendo, pero bajo un entorno diferente: sin equidad en la contienda, sin información confiable y con derechos políticos cada vez más limitados. Lo que muchos no ven, sino hasta que es tarde, es que la limitación de los derechos políticos implica la reducción de las libertades en general. Esto es especialmente relevante en los derechos de propiedad y el mercado libre.

Fuera del liberalismo, la generación y acumulación de riqueza no es aceptable para todos. Puesto que no todos somos iguales (hay buenos y hay malos), sólo algunos pueden generar y acumular. En el mejor de los casos, se trata de un 'capitalismo de compadres', donde sólo los amigos pueden hacer negocios. En el peor, es la dictadura de un grupo sobre los demás. No importa si es la religión verdadera, la voluntad general o el proletariado.

Esta forma de gobierno es propia de una sociedad de grupos, así como la democracia liberal lo era de la sociedad de individuos, que ha llegado a su fin. En todo el mundo, el comercio se reduce, y junto con él el crecimiento de la economía. En todas partes, la desigualdad crecerá de verdad (y no sólo en los cálculos de algunos). Todos seremos menos libres (ya lo somos) y menos prósperos (en eso estamos).

Era mucha esperanza suponer que México se abstendría de participar en este proceso. Como siempre, lo que nos ocurre llega de fuera. Pero también le ponemos de nuestra parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario