Héctor de Mauleon, 15ago19, El Universal.
El día de la
audiencia, Rosario Robles comió en su casa de Los Reyes, Coyoacán, con un grupo
de colaboradoras. Su abogado pasó por ella más tarde. Robles entró al juzgado
“pensativa y en control”, según uno de sus allegados. Acababa de volver al
país, procedente de Costa Rica. Le habían informado que acababa de llegarle un
citatorio y decidió dar por terminadas sus vacaciones, preparar cuanto antes su
defensa.
Los abogados del bufete Hernández & Pliego le habían advertido que
aquella tarde el juez Felipe de Jesús Delgadillo Padierna iba a vincularla a
proceso por ejercicio indebido del servicio público. A Robles se le acusa de
omisión en el desvío de más de cinco mil millones de pesos cuando estuvo al
frente de las secretarías de Desarrollo Social y Desarrollo Agrario Territorial
y Urbano: según la acusación, la exfuncionaria no evitó que ocurrieran dichas
irregularidades, pese a que la Auditoría Superior de la Federación las había
detectado, y no informó de estas a su superior jerárquico, el presidente de la
República, Enrique Peña Nieto. Dicho delito no es considerado grave. Ella y sus
abogados sabían que tenían por delante un largo y duro camino. Pero ni en el
peor de los escenarios que en los días previos habían trazado, figuraba el
rumbo que las cosas iban a tomar 14 horas más tarde. El juez Delgadillo
Padierna, que según el abogado Hernández Pliego fue despiadadamente duro con la
defensa, decidió imponer a Rosario Robles la medida de prisión preventiva,
porque el domicilio que ella había presentado no coincidía con el de su
licencia… y esto abría la posibilidad de que se fugara. Robles se declaró
víctima de una venganza política. Había perdido una partida que comenzó hace 19
años, cuando ella era jefa de gobierno, y el actual presidente de México,
Andrés Manuel López Obrador, aspiraba a gobernar la capital del país. Después
de actuar aliados para lograr que AMLO superara en las elecciones al panista
Santiago Creel, comenzaron los desencuentros. El primero de ellos, cuando AMLO
le pidió a Robles que subiera las tarifas del Metro para no tener que subirlas
él, y evitar que se dañara su imagen. Robles recordó luego en un libro que la
guerra interna duró casi dos años, y que el peón del nuevo jefe de gobierno en
esa batalla fue nada menos que su secretario particular, el inefable René
Bejarano. De acuerdo con Robles, fue Bejarano quien filtró la información sobre
presuntos malos manejos cometidos a lo largo de su gestión: el robo del 10 por
ciento del presupuesto, y la entrega de contratos sin licitar, por más de 50
millones de pesos, a la empresa Publicorp. PUBLICIDAD. Cuando Robles inició
campaña para convertirse en presidenta del PRD, la guerra interna arreció:
Bejarano maniobró para que el elegido fuera otro candidato. El 5 de diciembre
de 2002, en el Palacio del Ayuntamiento, Robles le exigió a AMLO que dijera por
qué se oponía a su candidatura. El entonces jefe de gobierno dijo que no tenía
objeción alguna. Robles agregó que no creía que Bejarano se moviera solo. López
Obrador insistió: —No tengo nada contra ti. Ella respondió: —Entonces amarra a
tus perros —y salió de la oficina. Tres meses después se hacían públicos los
videos en que los más cercanos colaboradores de AMLO, René Bejarano, Gustavo
Ponce y Carlos Ímaz, aparecieron recibiendo fajos de billetes de manos del
empresario argentino Carlos Ahumada —pareja sentimental entonces de Rosario
Robles. El escándalo que vino a continuación hizo que Rosario Robles fuera
expulsada del PRD. Se desnudó su vida íntima. Se le investigó “hasta por debajo
de las piedras”. Ella dijo que un político no puede darse nunca por muerto, y
al cabo de los años se convirtió en secretaria de Estado por el partido que
combatió durante toda su juventud. A Andrés Manuel López Obrador, que
enarbolaba entonces como lema el de la “honestidad valiente”, la sacudida le
hizo perder cuantiosos puntos de popularidad, le hizo perder a su peón de
confianza (que pasó los lustros siguientes operando en la sombra), y muy
probablemente le hizo perder también una presidencia que, antes de los
videoescándalos, parecía tener en la bolsa. De aquellos lodos parecen venir
estos polvos. El siguiente capítulo de la historia termina con el presidente
diciendo que su fuerte no es la venganza, y con Rosario Robles ingresando, bajo
el sol frío de la mañana, en una celda de la prisión de Santa Martha
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