La cuarta transformación consiste en la toma del Estado por parte de un grupo político nucleado en el partido Morena y que gira en torno a la persona de Andrés Manuel López Obrador.
El control político del país es la obsesión del nuevo equipo gobernante. Y lo van consiguiendo con una rapidez asombrosa.
La economía se desacelera. Bajan las exportaciones, sube el empleo informal y cae el crecimiento del empleo formal. Los despidos de personas están a la orden del día. La inseguridad crece.
No importa. Lo prioritario es el control político.
Los superdelegados se crearon como un gobierno paralelo, designado por el presidente, para preparar la caída en manos de Morena de todos los estados de la República.
Ahora se refuerza su poder: los superdelegados tendrán un gabinete. Será toda una estructura de gobiernos paralelos.
En los estados habrá un gobernador electo por los ciudadanos, y en paralelo, otro gobernador, con todo y gabinete, designado por el presidente López Obrador, que tendrá el poder sobre el dinero y su reparto en programas sociales.
Ese superdelegado, además de repartir los recursos y fiscalizar al gobierno estatal, tendrá toda la exposición en medios para convertirse, cuando llegue la fecha, en el candidato de Morena a la gubernatura.
Ya empezaron: en Baja California, el superdelegado Jaime Bonilla renunció al cargo para convertirse en el candidato de Morena al gobierno estatal en las elecciones que habrá en dos meses. Con los guantes cargados de plomo, va a noquear, sin duda.
La revocación de mandato tiene por finalidad que el presidente esté en la boleta de las elecciones intermedias en 2021. Así Morena busca conseguir un triunfo avasallante, porque el presidente López Obrador no ha dejado de hacer campaña personal, todos los días, en red nacional de televisión.
El dominio que tendrá en la Cámara de Diputados y en los congresos estatales será abrumador, lo que cancela cualquier posibilidad de contrapeso político.
Los programas sociales consisten en repartir dinero de manera personalizada. Veintidós millones de personas recibirán dinero contante y sonante de manos del gobierno federal.
No se trata de organizar a la comunidad para superar carencias y estrechar lazos entre sus integrantes con el apoyo del gobierno. No, es cash.
Veintidós millones de ciudadanos serán organizados para votar y no para superar su condición de necesitados. Sin el dinero del gobierno (Morena), recaerían en la pobreza.
Al gobierno no le interesa enseñar a pescar, sino regalar pescado a los que votan.
Para los organismos autónomos está en marcha el mecanismo de apretarlos presupuestalmente y subordinarlos a la voluntad presidencial.
¿No se alinean? Entonces los exponen al escarnio público desde Palacio Nacional, como hicieron con el presidente de la Comisión Reguladora de Energía.
El Tribunal Electoral es el mejor ejemplo de alineamiento, aunque no el único: el magistrado ponente en el caso del PES elaboró un dictamen para revivir a ese partido aliado del gobierno, a pesar de no haber alcanzado el tres por ciento exigido de los votos por la ley.
Hubo una gran respuesta de parte de periodistas y comunicadores en general. La maniobra anticonstitucional de revivir al PES abortó gracias a eso que desdeñosamente llaman “comentocracia fifí”, y se llegó a lo insólito: el magistrado ponente estuvo en contra de su propio proyecto. ¿Hay control o no hay control?
Y para amedrentar a esos pequeños pero incómodos contrapesos, que son los opinadores en medios de comunicación, ahí están la Unidad de Inteligencia Financiera y las redes sociales.
A los que hicieron el documental sobre populismo en América Latina, les congelaron las cuentas bancarias por supuesto “lavado de dinero” y se les linchó en Palacio Nacional sin respetar el debido proceso, la presunción de inocencia ni el secreto bancario.
No les importa la ley ni el resultado de la investigación, sino infundir miedo.
¿No se van a alinear o a matizar sus opiniones críticas? Ahí va el linchamiento, por la UIF o por personas que se prestan a denigrar en redes sociales.
Frente a los únicos focos de resistencia al pensamiento único de la cuarta transformación, se usa el amedrentamiento.
Habrá más golpes bajos para infundir miedo y desprestigiar críticos.
El presidente aplica el derecho de réplica contra medios de comunicación y periodistas, a los que califica de hipócritas, fifís y conservadores porque lo critican a él.
Pero cuando Trump insulta a México, entonces no hay derecho de réplica sino un gracioso “yo zafo”.
Eso es la 4T. Una maquinaria para apropiarse de todo el poder del Estado y aniquilar política o moralmente al que difiera.
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