martes, 22 de enero de 2019

Los muertos: manual de uso

Milenio, JULIO PATÁN
22.01.2019/01:57

Le llovió a Epigmenio Ibarra por un puñado de tuits derivados de la explosión en Tlahuelilpan. Pues sí. Cuando apenas empezaban a recuperarse los cuerpos, se lanzó a decir que la tragedia era producto de un “sabotaje”, parte de una “estrategia de desestabilización” del “viejo régimen”. Así: sin una prueba. Porque sí. Porque todo se permite cuando se trata de apoyar al líder, como hace al elogiar su valentía para enfrentar el huachicoleo. Se vale indignarse.

En cambio, no se vale sorprenderse. No se vale con Ibarra, del que conocemos la propensión al complotismo y la propaganda; podría escribir un manual sobre cómo usar a los muertos. Y no se vale en muchos otros casos. La explosión trajo un balconeo. Nada que ver con los estándares morales de Epigmenio, pero asimilar el robo de combustible a la pobreza así, sin análisis, sin matices, y luego sostener que los “programas de transferencia” —el eufemismo con piel de tecnicismo— propuestos por López Obrador son la respuesta, es otra forma de propaganda de esa que se nutre de cadáveres. Lo mismo pasa cuando aplaudes el hecho de que el presidente se trasladara a la zona. En efecto, habla bien de él esa cercanía, esa preocupación. Ese arremangarse. Pero, más allá de que deberían ser cuidadosos al usar sus apariciones como símbolo —recordemos el funeral de la gobernadora de Puebla—, el tuit se ve oportunista, torpe y rendido al voluntarismo. Porque no basta con ser decidido. Hay que saber impedir las muertes atroces, no sólo tener ganas de impedirlas. No se puede responsabilizar al presidente por la explosión, pero ¿convertir eso en una victoria?

Julien Benda, Mark Lilla o Tony Judt han reflexionado sobre el papel de los intelectuales en la instauración de regímenes totalitarios. Sí: la obediencia y el culto al líder son indicios de que algo va mal; utilizar a los muertos para eso, de que algo va pésimo. Los que aplauden sin cesar se sienten, de buena fe, parte de una revolución. En realidad son, ante todo, síntomas. Es un papel triste.

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