Pablo Hiriart, El Financiero, 31 oct. 17
A ver, ¿dónde está la intolerancia a la corrupción que predica, como único atractivo de campaña, Andrés Manuel López Obrador?
No tiene otro tema desde hace quince años. ¿Qué va a hacer con su socio, el Partido del Trabajo, pillado in fraganti?
Ha dicho que se trata de una venganza política contra él. Muy bien, supongamos que así fuera. ¿Y? Esa no es respuesta.
Los datos duros están ahí. Nada más de lo que se sabe, el PT recibió del gobierno de Nuevo León la cantidad de 100 millones de pesos que fueron a dar a las cuentas privadas de la esposa del presidente nacional del PT, y del dirigente de ese partido en Aguascalientes.
Vaya, ni siquiera pasó formalmente por la contabilidad del PT ese dinero. Era para unos Centros de Desarrollo Infantil, pero se depositaron directamente a la cuenta de la esposa de Alberto Anaya, María Guadalupe Rodríguez, en febrero de este año.
El depósito se hizo a la cuenta personal de la esposa de Anaya, número 0669150285 de Banorte.
De ahí ella pasó 62 millones de pesos a una cuenta de inversión personal, y el resto fue a la cuenta personal de Héctor Quiroz, el presidente del PT en Aguascalientes.
A los Centros de Desarrollo Infantil, ni un peso.
¿Cómo le llamará a eso Andrés Manuel López Obrador?
Que no nos venga a dar clases de moral y prédicas de probidad, porque sus aliados del PT están hasta el cuello de dinero robado al erario.
Él ha sido dos veces y va a volver a ser candidato presidencial del PT, un partido cuyos dirigentes se roban el dinero público y lo ponen en sus cuentas de inversión.
Y también sacan dinero de los Cendis, que trasladaron a sus cuentas personales y financiaron campañas políticas.
Entre 2002 y 2016, solamente el líder petista de Aguascalientes, señalado como testaferro de la familia Anaya, realizó 269 operaciones fraudulentas de acuerdo con la acusación de la PGR.
Habría que ver cuánto dinero defraudado entre esos años se fue a sostener 'el movimiento' de López Obrador, y cuánto a las campañas del candidato presidencial de ese partido, es decir, AMLO.
En lugar de salir a condenar que recursos para la infancia se canalicen a las cuentas de inversión personales de los capitostes del PT, López Obrador se apresuró a defenderlos.
Dijo que era una venganza política y un ataque contra él. Un complot, pues.
Hasta donde se sabe nadie le torció el brazo a la esposa de Alberto Anaya para recibir 100 millones de pesos en su cuenta privada.
No hubo quién forzara al mencionado testaferro de los Anaya, Héctor Quiroz, para meter en su cuenta personal decenas de millones de pesos.
Si López Obrador no quiere ser embarrado por la corrupción, que se deslinde de los corruptos. Pero no lo hace porque son sus socios.
PT y AMLO se opusieron a la reforma educativa porque decían que era “privatizar la educación”. Y engañaron a maestros con ese cuento y otros peores: que los libros de texto ya no serían gratuitos.
AMLO y el PT se opusieron a la reforma energética porque según ellos era privatizar el subsuelo de la nación.
Y a la primera oportunidad privatizan, para su provecho personal, cien millones de pesos destinados a la infancia.
Esa es sólo una parte, correspondiente a febrero de este año, pero faltan las cuentas detalladas desde 2002 a la fecha.
De algún lado salía el dinero para los viajes de AMLO con comitivas por todo el país, sin tener ingresos.
En esas giras su discurso central era la “corrupción de la mafia del poder”.
Bueno, pues ya podemos intuir de dónde se alimentaba el financiamiento de las giras permanentes y las campañas eternas.
De dinero robado a la infancia.
Twitter: @PabloHiriart
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