Reunió a 3 millones de fieles en su primer viaje internacional y sus declaraciones cimbran a la Iglesia. Habló de priorizar a los pobres y de renovación. De los homosexuales dijo: ‘quién soy yo para juzgarlos’. ¿Hasta dónde podría llegar el líder de los católicos?
POR NORMA GARZA - Lunes 29 de julio de 2013
Rompiendo paradigmas y dejando atrás la pompa y circunstancia del papado, Francisco se paseó por el centro de Río o por la playa de Copacabana en un vehículo descubierto saludando a cientos de miles de personas que lo aclamaban casi en delirio. Besó niños, estrechó manos, agitó banderas, y hasta tomó mate, como todo buen argentino.
Y sus declaraciones cimbraron a conservadores y tradicionalistas:
“Si una persona es gay y busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”, fue la frase que estremeció al mundo y que el Papa Francisco dijo a los periodistas durante su vuelo de regreso a Italia.
Ya relajado, después de la satisfacción de haber reunido en su última misa a más de 3 millones de fieles en Copacabana, el Pontífice católico se explayó y habló de lo esperado, el papel de la mujer en la Iglesia:
“No se puede imaginar una Iglesia sin mujeres activas”, y precisó, “sobre la ordenación de las mujeres la Iglesia ha hablado y ha dicho no. Lo dijo Juan Pablo II con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada”.
Antes, durante una semana en la ciudad más importante de Brasil, el Papa presidió eventos multitudinarios al margen de la conferencia “Jornada Mundial de la Juventud” pidiendo a jóvenes de 170 países que “saquen la Iglesia a la calle, armen lío en las diócesis, exijan cambios y salgan sin miedo, a evangelizar”.
Sobre la pobreza fue contundente: “Amen la pobreza y no se comporten como príncipes. Pierdan el temor a involucrarse en temas sociales y reconquisten a los fieles que se fueron hacia iglesias evangélicas o abandonaron toda religión”.
El papa se dirigió varias veces a los jóvenes, a quienes pidió “meterse en la vida”: “Ofrezcan una respuesta cristiana a las inquietudes sociales y políticas, y eviten la apatía”.
“El diálogo es la mejor opción entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta”, les dijo a los políticos, y les recordó que deben ser responsables y trabajar por el bien común.
En la última misa, que fue una fiesta de cantos y ritmos en Copacabana, se reunieron los presidentes liberales de América Latina. Las presidentas de Brasil y Argentina, Dilma Rousseff y Cristina Kirchner, así como Evo Morales, boliviano.
Felices y en lo que parecía un delirio por ver al Papa que ya llaman “de los pobres”, decenas de personas entraron al mar. Ahora veremos la trascendencia de este primer viaje internacional del Francisco, y lo que podría significar para el futuro de la Iglesia Católica.
‘¿Quién soy yo para juzgarlos?’
Por Jorge Mireles
“Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle?”.
Con estas palabras históricas y sin precedentes el Papa Francisco sigue marcando la pauta de su pontificado.
Todavía en el avión que lo sacó de Brasil, el líder religioso no tardó en continuar la línea revolucionaria que está caracterizando su mando al frente de la Iglesia Católica.
“No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”, aseveró frente a la prensa que lo acompañaba.
Francisco no esquivó preguntas y procuró contestar con un tono desenfadado y coloquial, ese que le ha valido más adeptos en apenas unos meses en el cargo.
Jorge Mario Bergoglio rompe por completo con el discurso de su antecesor, el Papa emérito Benedicto XVI.
En 2005 el entonces pontífice alemán firmó un documento en el cual los hombres con profundas tendencias homosexuales no deberían ser sacerdotes.
Ahora Francisco intenta mostrar una cara más incluyente y conciliadora de la Iglesia católica, aunque sin invitar a los homosexuales a ser sacerdotes, da un mensaje de inclusión en la sociedad, y aclara:
“El problema no es tener esta tendencia, todos necesitamos ser hermanos. El problema es tener un lobby. Hay muchos grupos de presión, con esta tendencia, lobbys políticos, el lobby, ese es el gran problema”.
En repudio a los males que pesan en la curia: intrigas, corrupción, peleas intestinas y pederastia, los temas tuvieron repercusiones inmediatas.
Nichi Vendola, gobernador de la región de Puglia y el primero abiertamente homosexual en Italia en ocupar una gobernación, publicó la agencia de noticias The Associated Press: “De un solo golpe llevó a cabo una brillante operación al separar el tema de la homosexualidad del de la pedofilia”.
Junto a Vendola, muchos activistas y simpatizantes de los derechos de la comunidad homosexual aplaudieron las palabras de Bergoglio.
Sobre las intrigas dentro del Vaticano, el Papa que habla franco y sin rodeos contestó: “La última vez que hubo dos Papas no se hablaban entre ellos, se peleaban para ver quién era el verdadero. Yo quiero mucho a Benedicto XVI. Es como tener al abuelo en casa”.
A pesar del arduo trabajo de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro a sus 76 años, el argentino no se molestó en sentarse ni en establecer un cerco para las decenas de periodistas invitados de diferentes países que abordaron el mismo avión Airbus A330 de Alitalia.
Irremediablemente llegó el momento de hablar de uno de los temas más polémicos y, quizás, la pregunta más difícil que la prensa le hizo: la situación del afamado “lobby gay” que presuntamente orilló a Josep Ratzinger a renunciar.
En junio pasado, Francisco habría reconocido abiertamente la existencia de este “cabildeo homosexual en el interior de la Santa Sede”.
Tal aseveración la hizo durante un encuentro con la directiva de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos, según publicó la web chilena Reflexión y Liberación.
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